¿Jubilosa Jubilación? (II)

 

 

¿Te has jubilado ya o estás a punto de hacerlo?

Pues te sigo contando…

Como apuntaba el otro día, después de ese…Gran Momento de estampar la firma en el llamémosle Acta de Jubilado, resulta que uno se da cuenta de que hay un montón de cosas que hacer y parece que todas hay que hacerlas YA!

Pero pasado ese «YA!!»… se empieza a tener la sensación de que todo va tomando unos derroteros… como de navegar a la deriva.

Y se hacen esfuerzos por llenar las horas con cosas que no llenan y que, peor aún, hacen más evidente el vacío de la situación.

A continuación, ese mismo vacío lleva a ese Jubiloso Jubilado a tomar conciencia de que, si está en esa situación es por su edad y, teniendo en cuenta esa edad, se empieza a jugar con la idea de que ya queda poco tiempo de vida y de que esta vida, nuestra vida, se ha pasado sin que nos demos cuenta… Si parece que fue ayer cuando… Si hace nada estaba yo…

Y llega la invasión los recuerdos… Y se produce el asalto «a mano armada» de esos pensamientos relacionados con cosas que teníamos que haber hecho y no hicimos; o con cosas que podíamos haber hecho y no quisimos… «Pero ahora… ¡uy, ahora!… si yo pudiera dar marcha atrás«…

El problema es que no podemos dar marcha atrás… Y no nos queda otra que seguir adelante… con todo eso de atrás… y no viendo nada de frente.

Todo esto lleva a revivir el pasado con tanta intensidad que, de hecho, parece que es lo único que se vive… Quizá por eso (y, claro está, por muchas otras cosas que tienen que ver con la fisiología cerebral, pero en las que no vamos a entrar ahora), cuando le preguntamos a esta persona qué comió ayer, no nos lo puede decir con exactitud; sin embargo, puede extenderse en mil detalles a la hora de contarnos cómo fue su primera semana en aquel trabajo en el que ha estado tantos años; o qué personas se reunieron a cenar en la Nochevieja de aquel 1944… (por ejemplo)

Esta inevitable «presencia del pasado» lleva inexorablemente a hacer balance; y este «hacer balance»  trae consigo la percepción de que «ya no se es lo que se era»… de que uno ya no vale para nada… de que «ya nadie me tiene en cuenta»… de que «sólo soy un estorbo»… Y, casi sin darse cuenta, se va cayendo en la apatía y en la depresión…

Por todo ello, y con el propósito, entre otros, de evitar sumergirse en esta espiral de «decrepitud emocional»  y autoabandono, a finales del siglo pasado (y algo ha llovido desde entonces), empezaron a surgir, con gran acierto además, los llamados «Club de Jubilados», u otras asociaciones similares, que desarrollan amplios programas de actividades, para dar alternativas ocupacionales a nuestros queridos jubilados.

De esta forma, se consigue que estas personas, ahora, y nosotros mismos, cuando nos llegue el turno, no nos sintamos desamparados por la vertiginosa sociedad en la que estamos inmersos, y nos mantengamos activos, programando y realizando diferentes actividades, viajes, charlas, juegos y, en fin, cosas que sirvan para llenar esa nueva vida y a la vez, en la medida de las fuerzas de cada uno, y con actuaciones muy concretas, para seguir siendo, de alguna manera, útiles a la sociedad.

Nadie queremos ser un estorbo para nadie; por tanto, cuanto más hagamos por valernos por nosotros mismos y por prestar alguna ayuda a los demás, nuestra autoestima se verá aumentada; nuestro tiempo estará productiva y agradablemente lleno y convertiremos una etapa de nuestra vida que corría el riesgo de plantearse como una vacía «antesala» del final, en otro período repleto de oportunidades y ricas experiencias…

Sólo así convertiremos la etapa posterior al momento de la Jubilación en una auténtica Jubilosa Jubilación.

 

 

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