Archivo por meses: mayo 2014

Soy un inútil…

 

 

Vamos a empezar por el principio… No somos perfectos. Eso es incuestionable. El que destaca en Matemáticas, puede que sea incapaz de arreglar su habitación. El que tiene un físico espectacular, quizá se encuentre con grandes dificultades a la hora de llevar las cuentas de su economía doméstica…

Es decir, todos y cada uno de nosotros tenemos alguna carencia; todos, absolutamente todos, no sabemos hacerlo todo… Pero eso tampoco significa que no sepamos hacer nada, o que no podamos hacer nada.

Como dice el refrán: «Hasta un reloj parado, da dos veces al día la hora exacta.»

Sin embargo, hay personas que creen que no valen para nada. Y el problema empieza cuando ponen ese NADA en mayúsculas… Porque ¿qué viene después?

La Comparación.

Y ya sabemos que las comparaciones son odiosas.

Porque lo cierto es que «a todo hay quien gane»… Sí. Esto es verdad. Si yo canto bien, resulta que hay otro que lo hace mejor. Si tú crees que guisas muy bien la carne, es que no has probado el guiso de tu vecina…

El caso es que, mientras podamos aceptar esta verdad, la cosa va bien.

Pero cuando nos comparamos con los demás, cuando somos conscientes de que ellos hacen las cosas mejor que nosotros y cuando, además, pensamos que lo hacen TOOOOOODO perfectamente, mientras que nosotros no somos capaces de hacer NAAAAAADA bien… ya se fastidió.

A partir de ahí, empezamos a mostrarnos inseguros; nuestra autoestima baja a la velocidad de la luz; nos vemos incapaces; nos sentirnos MENOS que los demás; sólo nos fijamos en nuestros defectos, ponderando en exceso las virtudes de los que nos rodean, y nos sumergimos en el temible Complejo de Inferioridad.

Y ahora me voy a poner en plan erudito para explicaros de qué va todo esto.

Un Complejo es un conjunto estructurado de rasgos de personalidad, que procede de una vivencia personal, o sea, de un modo particular de vivir algo, que se asocia, consciente o inconscientemente, a otros «algos» que se vivieron de forma impactante.

Cuando se desarrolla el Complejo de Inferioridad, nos encontramos, en primer lugar, con un sentimiento de minusvaloración, de incapacidad, de inutilidad…

Este sentimiento puede ser vivido de una forma resignada; y así, nos metemos en un caparazón, nos aislamos del mundo mundial y nos cubrimos con la capa de la invisibilidad.

Pero también podemos vivirlo de una manera angustiosa; percibiendo que todo nos es hostil; que parece que los demás se burlan de nosotros; que sólo están ahí para recordarnos nuestros errores…(¡como si eso hiciera falta!… ¡como si no los conociéramos ya!).

Llegando hasta un punto en que esa persona ACOMPLEJADA necesita protegerse de todo; empezando así a elaborar una serie de mecanismos de defensa que compensen su vivencia de inferioridad.

Y, rizando más el rizo, estos mecanismos de defensa, a su vez, van a constituir por sí mismos otro Complejo, otro conjunto estructurado de rasgos de personalidad, pero, en este caso, en una postura de defensiva superioridad.

… Pero como ya me he extendido bastante por hoy, os contaré más en la siguiente Entrada.

¿Jubilosa Jubilación? (II)

 

 

¿Te has jubilado ya o estás a punto de hacerlo?

Pues te sigo contando…

Como apuntaba el otro día, después de ese…Gran Momento de estampar la firma en el llamémosle Acta de Jubilado, resulta que uno se da cuenta de que hay un montón de cosas que hacer y parece que todas hay que hacerlas YA!

Pero pasado ese «YA!!»… se empieza a tener la sensación de que todo va tomando unos derroteros… como de navegar a la deriva.

Y se hacen esfuerzos por llenar las horas con cosas que no llenan y que, peor aún, hacen más evidente el vacío de la situación.

A continuación, ese mismo vacío lleva a ese Jubiloso Jubilado a tomar conciencia de que, si está en esa situación es por su edad y, teniendo en cuenta esa edad, se empieza a jugar con la idea de que ya queda poco tiempo de vida y de que esta vida, nuestra vida, se ha pasado sin que nos demos cuenta… Si parece que fue ayer cuando… Si hace nada estaba yo…

Y llega la invasión los recuerdos… Y se produce el asalto «a mano armada» de esos pensamientos relacionados con cosas que teníamos que haber hecho y no hicimos; o con cosas que podíamos haber hecho y no quisimos… «Pero ahora… ¡uy, ahora!… si yo pudiera dar marcha atrás«…

El problema es que no podemos dar marcha atrás… Y no nos queda otra que seguir adelante… con todo eso de atrás… y no viendo nada de frente.

Todo esto lleva a revivir el pasado con tanta intensidad que, de hecho, parece que es lo único que se vive… Quizá por eso (y, claro está, por muchas otras cosas que tienen que ver con la fisiología cerebral, pero en las que no vamos a entrar ahora), cuando le preguntamos a esta persona qué comió ayer, no nos lo puede decir con exactitud; sin embargo, puede extenderse en mil detalles a la hora de contarnos cómo fue su primera semana en aquel trabajo en el que ha estado tantos años; o qué personas se reunieron a cenar en la Nochevieja de aquel 1944… (por ejemplo)

Esta inevitable «presencia del pasado» lleva inexorablemente a hacer balance; y este «hacer balance»  trae consigo la percepción de que «ya no se es lo que se era»… de que uno ya no vale para nada… de que «ya nadie me tiene en cuenta»… de que «sólo soy un estorbo»… Y, casi sin darse cuenta, se va cayendo en la apatía y en la depresión…

Por todo ello, y con el propósito, entre otros, de evitar sumergirse en esta espiral de «decrepitud emocional»  y autoabandono, a finales del siglo pasado (y algo ha llovido desde entonces), empezaron a surgir, con gran acierto además, los llamados «Club de Jubilados», u otras asociaciones similares, que desarrollan amplios programas de actividades, para dar alternativas ocupacionales a nuestros queridos jubilados.

De esta forma, se consigue que estas personas, ahora, y nosotros mismos, cuando nos llegue el turno, no nos sintamos desamparados por la vertiginosa sociedad en la que estamos inmersos, y nos mantengamos activos, programando y realizando diferentes actividades, viajes, charlas, juegos y, en fin, cosas que sirvan para llenar esa nueva vida y a la vez, en la medida de las fuerzas de cada uno, y con actuaciones muy concretas, para seguir siendo, de alguna manera, útiles a la sociedad.

Nadie queremos ser un estorbo para nadie; por tanto, cuanto más hagamos por valernos por nosotros mismos y por prestar alguna ayuda a los demás, nuestra autoestima se verá aumentada; nuestro tiempo estará productiva y agradablemente lleno y convertiremos una etapa de nuestra vida que corría el riesgo de plantearse como una vacía «antesala» del final, en otro período repleto de oportunidades y ricas experiencias…

Sólo así convertiremos la etapa posterior al momento de la Jubilación en una auténtica Jubilosa Jubilación.