Hoy os voy a hablar del Miedo…
Bueno, hoy y quizá también el próximo día. Depende de cuánto me enrolle… Porque, si ya me vais conociendo, sabréis que empiezo a escribir algo y me voy liando con una facilidad tremenda…
Así que no sé lo que saldrá, ni cuánto me ocupará.
Es decir, sé lo que quiero decir y eso es lo que quiero escribir… pero no sé lo que me extenderé…
En fin… allá vamos…
El Miedo.
«Erase una vez un muchacho que no sabía lo que era el miedo. Por eso le llamaban Juan sin Miedo…» Así empieza el cuento.
Y probablemente, alguna vez hayamos pensado: ¡qué suerte… ojalá yo tampoco conociera el miedo!… Y nos haya dado envidia que alguien pudiera tener esa cualidad tan extraordinaria; mientras que nosotros quedamos paralizados por el pánico, cuando oímos un ruido en una habitación oscura.
Y quizá, también nos hayamos hecho el firme propósito de que, a partir de ese momento, yo tampoco tendré miedo.
Claro que ese propósito, para bien o para mal, sólo se quedaba en eso, en un simple propósito.
Porque lo cierto es que el Miedo es algo tan ligado a la especie animal, en general, y a la humana, en particular, que incluso constituye un elemento imprescindible para la supervivencia… Sólo que sus manifestaciones no suelen ser agradables para nadie.
Todos, absolutamente todos, sabemos sin ninguna duda qué es el Miedo… Y todos, quién más o quién menos, hemos tratado de combatirlo por considerarlo una sensación nefasta, que nos limita, nos hace vulnerables, e incluso nos daña psicológicamente.
Sin embargo, creo que puede ser muy interesante diferenciar entre el Miedo-Protector y el Miedo-Peligroso o Destructivo.
El Miedo, en general, es un complejo sistema de sensaciones negativas, producido como resultado del aprendizaje. Este aprendizaje nos permite anticipar un peligro inminente que asociamos o intuimos una determinada situación.
Esa anticipación, a su vez, hace que nos preparemos y nos protejamos frente a ese peligro, en un intento de evitar el daño que tememos.
Sin embargo, como en casi todas las cosas, el exagerar la nota no sólo no es efectivo, sino que se vuelve contra nosotros y lo que en principio era útil, puede llegar a provocar, por sí mismo, el desastre.
A esto es a lo que me refiero cuando hablo de Miedo Peligroso o Destructivo. Este tipo de miedo no está ocasionado, como sería de esperar, por un aprendizaje, sino que tiene su origen en una vivencia demasiado íntima, y a la vez ilógica, que se manifiesta ante cualquier situación que se sale de lo cotidiano, por inocente que sea.
En alguna ocasión quizá nos hayamos quedado perplejos al oírle a alguien decir «Es que me da miedo», cuando simplemente le hemos preguntado cosas como ¿por qué no sales a dar un paseo?… Y al preguntar ¿pero, por qué…?!!! quizá la respuesta haya sido a misma, «porque sí… porque me da miedo».
El caso es que por mucho que insistamos, no conseguiremos que nos dé otra respuesta ni, lo que es peor, quitarle esa idea.
Es en este momento cuando conviene saber distinguir si ese Miedo es una simple excusa para librarse de hacer algo, o si, yendo más allá, nos estamos enfrentando a los llamados Miedos Irracionales; que se dan cuando una persona experimenta realmente una sensación de terror, con manifestaciones que ocasionan en algunos casos importantes trastornos psicológicos, ante situaciones que no sólo No son amenazantes, sino que, para todos los demás, son absolutamente normales y perfectamente asumibles.
¿Y cómo es posible que algo normal y cotidiano pueda verse como amenazante y peligroso?
Uff!!… Te lo cuento el próximo día.
Porque… ya ves… Profecía cumplida…
Se me acaba el hueco y no he terminado…