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Hacia una Personalidad Sana (1)

 

 

Uff!!… Menudo tema!!!…

Quizá me extienda demasiado, porque tengo mucho que decir al respecto… Así que no os sorprenda si saco de él para dos… o más… «capítulos»… ¡je!…

Bueno, allá vamos…

Vivimos en una sociedad trepidante, competitiva, estresante… Cierto ¿verdad?

Una sociedad en la que nadie, o muy pocos, quieren ser como son y todos, o la mayoría, quisieran ser como no son… Donde nadie es más que nadie; pero todos nos comportamos como si lo fuéramos o, cuando menos, nos esforzamos en serlo.

Esto genera en el ser humano un estado de continua ansiedad; de constante preocupación. Esto ocasiona, en definitiva, una alteración en nuestro estrato psicológico; lo cual tiene como resultado lo que podemos denominar como «los males de nuestra sociedad«, o en su versión más extremista, «las enfermedades de nuestra sociedad«.

Cuántas personas aquejadas por problemas tan frecuentes como dermatitis, úlceras, taquicardias, dolores de diversa procedencia y entidad, insomnio, etc., acuden a las consultas médicas en busca de un remedio farmacológico adecuado, que les ayude a superar su dolencia… Y cuántos oyen atónitos cómo el propio médico les dice que ese problema tiene una base psicológica y, por tanto, lo que realmente necesitan es una Psicoterapia, y no el consumo de determinado fármaco.

Ya en otro escrito anterior… (Ver «Por qué curan los curanderos«)… aludí a la increíble capacidad de nuestro cerebro para que, en determinados casos, se produzca una curación fuera de toda explicación lógica…

Pues bien, de la misma manera, es el cerebro o la mente de una persona, lo que nos puede llevar a desarrollar determinada sintomatología física, por el mero hecho de obsesionarnos con la idea de que «tal vez llegue a padecerlo«… O como una forma inconsciente de llamar la atención del propio individuo, previniéndole contra algo que le está haciendo daño a nivel psicológico.

Son muchas las enfermedades, disfunciones o trastornos físicos que podrían ser tratados exitosamente si, en lugar de fijarnos en el síntoma que presentamos, nos fijáramos y centráramos nuestros esfuerzos en combatir la obsesión, la depresión o la ansiedad, entre otras cosas… que son las que realmente, aunque en ocasiones muy solapadamente, están en el origen de ese problema que complica nuestra salud.

Una depresión, por ejemplo…

Cuántos hombres y mujeres se han visto obligados a pedir una baja laboral… porque no se encontraban bien… porque estaban experimentando una serie indefinida de dolencias que no sabrían detallar, pero que les provocaba un malestar continuo… y un no poder levantar cabeza.

Y en estos casos, no pongo yo en duda que esté bien prescribir un psicofármaco o un medicamento adecuado que anime al paciente… En muchos casos, en muchos, estos fármacos constituyen una gran ayuda y no pretendo, de ninguna manera, repudiar su uso…

Pero… me pregunto yo y os pregunto a vosotros… ¿no sería más acertado, quizá, en vez de centrar los esfuerzos en combatir el síntoma, descubrir qué es lo que produce esa depresión y actuar directamente sobre ello?

Si ese síntoma aparece es porque algo lo está originando…

Eliminando el síntoma… o tapándolo, como ocurre en la mayoría de los casos… se puede conseguir una mejoría… transitoria.

Pero mientras no se actúe de lleno sobre lo que lo provoca; mientras permanezcan en esa persona las preocupaciones o sufrimientos que generan esa depresión… lo que hoy ha desaparecido con la farmacología, dentro de un cierto tiempo, tal vez no demasiado largo, volverá a aparecer y quizá, incluso, con mayor virulencia.

Decidme, salvando las distancias claro, de qué sirve bajar la fiebre de un enfermo, si no se elimina la infección que la produce.

Bueno…

Pues seguiré con esto el próximo día…

Aquí os espero.

Un Cambio Difícil

 

 

Todos los cambios son difíciles, pero éste que os comento hoy… Uff!!…

Es probable que muchos padres os hayáis tenido que enfrentar u os estéis enfrentando a una situación que os resulta un tanto complicada. La preadolescencia de vuestro hijo.

De pronto y sin avisar, ese niño juguetón, afectuoso, chinche, que tan pronto se peleaba «a sangre» con sus hermanos como les defendía «a morir», de pronto, digo, se ha vuelto introvertido, taciturno, arisco, todo le molesta y da portazos cada dos por tres.

De pronto y sin avisar, ese niño está dejando de ser un niño… pero tampoco es mayor. O sea, ni él mismo sabe lo que es y eso es muy difícil de asumir… Papá y mamá le seguís viendo como vuestro niño; pero él ya no se ve así e, incluso, puede «avergonzarse» de vuestras muestras de afecto o de vuestra protección.

Y cuando le preguntas qué te pasa, se calla o dice que no le pasa nada. Y es cierto… o casi… Porque él no sabe qué le pasa; porque no se comprende a sí mismo… ¿Y cómo podría explicar eso? ¿Quién lo iba a entender?

No hay palabras para definirlo y entonces, pasan a los actos… Y algunos hablan con su rebeldía… y otros hablan con su distanciamiento…

El problema es que ese «idioma personal» es muy difícil de traducir.

Luego, encima, si no tiene suficiente con lo que tiene en casa, lo de fuera ya es para desesperarse…

Todos los días tiene que enfrentarse al colegio y a sus «bestias negras»: los compañeros. En esos momentos es cuando empiezan a formarse las «pandillas» o las «pandas», y eso conlleva una lucha, percibida por el chaval como «sangrienta», para ver quiénes ocupan los puestos clave dentro de las mismas.

La tensión que vive el preadolescente, a todos los niveles, es enorme y lo peor es que no encuentra un lugar adecuado donde poder desahogarse. Porque, recapitulemos, en el colegio tiene que pelear con sus estudios y con sus compañeros. Y en casa, por muy accesibles y comprensivos que sean sus padres, tiene que luchar también para defender sus nuevas necesidades y buscar su sitio o el que él considera que merece.

Y no digamos nada si hay hermanos… Los mayores ven en él al «mocoso ese», que es un «tocapelotas» y que sólo quiere llamar la atención… Y los pequeños ven a un «extraterrestre» que de repente ya no quiere jugar y que se enfada y se pone «verde» como el monstruo que les va a comer de un bocado.

¿A quién le resulta fácil afrontar todo esto?

Pues, papá y mamá, ha llegado la hora de que os pongáis las pilas… Y podéis empezar, por ejemplo, con su ropa. En vez de comprar vosotros lo que queréis, invitadle a ir de compras para que él elija lo que quiera… Sea la que sea. Y esto es muy importante. Aunque sea un envoltorio de plástico… Y sin decir ni «mu»… «¿Te gusta eso? Vale, pues quédatelo»… Hay que tener en cuenta que necesitan dar a su persona una determinada imagen y es él quien tiene que experimentar y probar hasta dar con lo que quiere.

Podéis sugerirle también que es hora de hacer cambios en su habitación y que vaya pensando cómo quiere decorarla… Pero no como un favor especial, sino con la mayor naturalidad del mundo y porque es necesario… «Esto ya está un poco roto»; «la cama se te está quedando pequeña»; «necesitas una mesa y una silla para estudiar»; «quizá necesites algunas cosas más, para que puedas traer a tus amigos a casa»…

Todo esto le permitirá que vaya siendo consciente de su nuevo papel en vuestras vidas, de sus nuevas responsabilidades y de sus nuevos derechos. Además, si desde ahora se acostumbra a tomar sus propias decisiones, a medida que sea mayor y se le vayan presentando nuevos retos, sabrá afrontarlos con mucha más seguridad, sin depender para ello de los que le rodean.

Y después de todo esto, tal vez estés pensando que me he dedicado únicamente a tratar el problema de los «chicos»….

Bueno… puedo decirte que, en el caso de las niñas, ocurre algo similar, por supuesto… Lo que pasa que las «rarezas» tienen otro color…

Los retos son los mismos y la forma de hacerles frente es muy similar… La diferencia es que la «princesita» ya no se preocupa de sus muñecas, sino que está más interesada en el «secreto» que ha compartido con su «mejor-amiga-del-alma-más-íntima-para-toda-la-vida» que la ha durado sólo un día y que la ha traicionado con la «tonta-esa-que-me-tiene-tanta-envidia-y-que-quiere-acaparar-a-todos-los-chicos-del-colegio-la-muy-petarda-qué-se-habrán-creído-esas-dos-se-van-a-enterar».

Como dije al principio… Uff!!…

Ánimo papás!!…