Cuando el árbol joven se troncha (2)

 

 

Tú también te sientes vulnerable alguna vez…

Tú también te sientes incomprendido en algunos momentos…

Y si ahora, con toda tu «adultez» a cuestas… si ahora, con toda tu «experiencia vital» como recurso para solucionar tus problemas, no te atreves ni siquiera a contarle lo que te preocupa a tu mejor amigo, o a tu pareja, o a tu amiga íntima…

… Piensa en cómo se puede sentir ese niño… ese chaval de diez… de catorce años… que no tiene ninguna «adultez», que la única «experiencia vital» que posee es Ninguna, y que, de pronto, se está enfrentando a «los leones del Coliseo Romano«…

Y dirás… ¡¡¡¿Pero por qué no ha dicho nada?!!!

Pues… quizá… sólo quizá… porque más de una vez se han burlado de él…

Quizá… sólo quizá… porque le han dicho que era un exagerado…

Porque quizá… sólo quizá… alguien le ha hecho creer que la culpa de todo lo que le pasa la tiene él por ser… ASÍ

O porque quizá… sólo quizá… los Mayores, preocupados por nuestros «Problemas de Adultos» le hemos repetido demasiadas veces eso de… ¡Bah, eso es una tontería… eso no tiene importancia… ya verás cómo mañana se te ha pasado!

Por otra parte… y es un factor a tener muy en cuenta… están también las «Exigencias» que se les imponen para convertirse en hombres y mujeres de provecho

Porque, tienes que sacar buenas notas en el colegio si quieres ser Alguien el día de mañana… Porque tienes que ser el mejor en todo, si quieres llegar a Algo.

Todos sabemos del miedo que experimentan algunos chavales, cuando tienen que llevar el boletín de notas escolares a su padre para que se lo firme…  «Es que, cuando las vea, me mata»…

¿Por qué se ha llegado a estos extremos?

Hay varias respuestas para esta pregunta…

Por un lado, estaría la Falta de Comunicación… de Buena Comunicación… entre padres e hijos… Si no se puede hablar abiertamente de los problemas, de las ilusiones o de los fracasos… si no se puede hablar abiertamente de nada… se levantará un enorme muro entre las dos generaciones, cuya sola visión da miedo y el miedo provoca la huida… O el silencio.

Por otro lado, está la Intransigencia de los adultos… Bien está que un padre quiera que su hijo sea el mejor… pero lo que ya no está tan bien es que le «exija» ser el mejor a toda costa… Esto crea en el niño una inseguridad tremenda… La inseguridad provoca fallos a la hora de hacer las cosas… Los fallos llevan al fracaso… Y el fracaso se convierte en algo insoportable, por el riesgo intrínseco de perder el cariño de sus padres…

… Y antes de verse humillados de esa manera, prefieren desaparecer.

Otra motivo está la Falta de Respeto… Si los adultos exigimos respeto por ser Personas Mayores, deberíamos ser los primeros en respetar a esas Personas Pequeñas… que algún día también serán Personas Mayores.

Todo esto y muchos más aspectos de la convivencia diaria, tienen una importancia decisiva en el desarrollo de la personalidad.

Si se produce un fallo por algún lado, esa personalidad, puesto que está en plena formación, se desequilibra… se tuerce… y, en casos extremos, puede llegar a troncharse.

Y no queremos que eso ocurra.

Así que somos nosotros, Los Mayores, los que debemos poner todos los medios a nuestro alcance para descubrir a tiempo y hacer frente a los problemas de la infancia y de la adolescencia… y a los conflictos que se dan en la Convivencia entre padres e hijos…

… O en las Relaciones entre nuestros hijos y sus iguales… ¡Que esto también tiene tela!… (Y hablaré concretamente de ello en otro blog)…

Considero que todo esto es muy serio. Y creo que no debemos dejarlo de lado… hasta que nos llegue una nueva y escalofriante noticia relacionada con ello, que es cuando solemos actuar, o «Pensar en Actuar» (que es lo más común, pero lo menos eficaz), y… otra vez… nos llevemos las manos a la cabeza, diciendo…

… ¿Cómo es posible?… ¿Cómo pueden ocurrir estas cosas?

 

 

Cuando el árbol joven se troncha (1)

 

 

Estos días, una vez más… por desgracia… me he vuelto a sentir conmocionada e impotente…

Me he vuelto a preguntar por qué… Cómo es posible… Qué le pasa a nuestra sociedad para que no podamos atajar estas cosas… para que no podamos preverlas… para que sigan ocurriendo.

Entre la gran cantidad de noticias que nos asaltan diariamente… impunemente… desde todos los frentes que tenemos abiertos, porque hoy nuestras «casas», nuestros «yoes» tienen todas sus «ventanas» abiertas al mundo de par en par… Entre esa ingente cantidad de noticias, digo, muchas de las cuales, lamentablemente, consiguen estremecernos hasta la médula, hay algunas que saltan con una virulencia especial…

Me estoy refiriendo a ésas que tienen como protagonistas a niños y a adolescentes que, de la noche a la mañana, deciden acabar con sus jóvenes vidas y, tal como lo piensan, lo hacen.

¿Por qué?… ¿Qué les desespera tanto para llegar a estos extremos?

Cada uno de estos chavales, evidentemente, tiene en última instancia unos motivos muy concretos… En cada caso, la chispa que hace que todo estalle es algo muy específico…

… Pero todos ellos llevan tiempo arrastrando y sufriendo algo muy intenso, que al igual que una célula cancerígena, va comiéndose todas sus defensas y no da la cara hasta que ya es muy tarde.

Y lo peor de todo es que es algo tan común y tan conocido que, por eso mismo, no nos paramos a pensar en las trágicas consecuencias que puede llegar a tener…

Se sienten INCOMPRENDIDOS.

Cuántas veces les hemos oído quejarse de que los mayores no les entendemos; que no nos tomamos en serio su angustia… Y se preguntan si a nosotros, cuando éramos como ellos, no nos pasó lo mismo… Si no nos sentimos, en algún momento, tan «abandonados» como ellos se sienten ahora, por los que entonces eran nuestros mayores.

A partir de los 10 años, aproximadamente, a veces antes, a veces después, el niño empieza a tomar conciencia de una realidad que no es tan buena, ni tan «guay» como había creído.

Esto les obliga a hacer un gran esfuerzo emocional para adaptarse a ella lo mejor posible y para integrarse en ella con ciertas garantías de éxito.

La percepción que el niño empieza a tener del ambiente que le rodea, como algo hostil y «ajeno» a él, va golpeando su personalidad… Dándose además la tremenda circunstancia de que se trata de una personalidad en pleno proceso de desarrollo… con la vulnerabilidad que esto conlleva.

Si, por poner un ejemplo, un árbol joven, que está empleando toda su energía en crecer y en consolidarse, fuera víctima de grandes vientos, lo más probable es que se torciera y se desarraigara, si sus raíces no estuvieran bien ancladas bajo la superficie.

Vale; pues, salvando las distancias, pensemos ahora un poco en los estragos que puede ocasionar el ambiente en el que se desarrolla un niño… con todas sus trampas y sus exigentes condiciones… si este niño no tiene una buena base, especialmente a nivel afectivo, que le proteja y que le aporte la savia necesaria para consolidar adecuadamente su personalidad.

… Y si ese niño no cuenta con esta «savia«, o al menos, si no lo percibe así, se va metiendo poco a poco en ese pozo que llamamos Depresión y que, a estas edades, se manifiesta con cosas como: una cierta agresividad sin motivo aparente, irritabilidad, tristeza, falta de apetito, desinterés por los amigos y por salir con ellos, mucho juego en solitario, mucho internet… demasiado internet…

¿Pero por qué se meten en ese pozo?

Porque lo cierto es que no se atreven a pedir ayuda…

Y el próximo día te digo por qué.

 

 

«Boda y Mortaja… del cielo bajan» (2)

 

 

Os sitúo…

En la entrada anterior os hablaba de la consulta que me había hecho María, sobre sus repetidos fracasos en todas las relaciones amorosas que había intentado hasta el momento… Me hablaba de su convencimiento de que tales fracasos podían deberse a que la habían echado una maldición, o a que era un bicho raro… entre otras cosas… Y me preguntaba qué podía hacer para cambiar todo esto.

Asimismo, terminé emplazándoos para esta entrada, porque quería transcribir literalmente la respuesta que le había dado a ella…

Pues aquí va… Tal cual…

«No te compliques la vida… Lo mejor que puedes hacer es, precisamente, no hacer nada.

… Con el pensamiento de que todo va a acabar, tú misma te preparas para ello; ya que esa obsesión te lleva, irremediablemente, a cometer errores que desencadenan la ruptura.

… Te sugeriría que vivieras cada día como si fuera único, sin pensar en el siguiente. Aprovecha cada instante de felicidad, sin que te preocupe que se acabe; porque para que pueda venir otro momento feliz, tiene que haberse terminado el anterior; si no, no serían varios o muchos momentos felices; sólo sería uno.

… Cuanto más relajada te muestres en tus relaciones afectivas, mejor irán las cosas; porque al no forzar nada, lo que tenga que suceder ocurrirá por sí solo y con naturalidad.

… Por otro lado, también hay que tener en cuenta que la situación ideal de una mujer (o de una persona, en general) no tiene por qué estar precisamente en una relación de pareja. Hay mucha gente que tiene otros objetivos que les llenan por completo la vida, sin vivir pendientes de si están emparejados o no.

… Además, el que alguien se sienta plenamente realizado como persona es la única condición indispensable para vivir bien; tanto en el marco de una relación de pareja como fuera de ella.

… Así pues, independientemente de lo que sientas por esa persona con la que estás saliendo ahora, plantéate tus propias metas a nivel personal; ponle unos objetivos a tu vida, como mujer independiente que eres… o que debes ser… y encamínate hacia ellos.

… Lo demás vendrá solo… y sólo será un acompañamiento o un complemento a tu vida y al desarrollo pleno de ti misma como persona.

… Piensa en ti misma y por ti misma…

… No dejes que nada ni nadie te condicione.

… Que todo lo que hagas, lo hagas porque tú quieres hacerlo…

… El resto es accesorio… Un complemento agradable y satisfactorio… mientras lo sea, por supuesto… Pero nada más que un complemento.

… Y si tiene que venir, vendrá…

Porque, como dicen las abuelas… o las bisabuelas… que esto no es de ayer ni de antes de ayer, sino que se remonta a la «sabiduría popular» heredada desde el principio de los tiempos

… «Boda y Mortaja… del cielo bajan».

«Boda y Mortaja… del cielo bajan» (1)

 

 

En esta ocasión, voy a transcribir literalmente lo que me consultaba una mujer, a través de mi correo electrónico, y la respuesta que le di, porque me parece que es algo que nos cuestionamos con relativa frecuencia… Ya sea en relación con el tema que se trata aquí, o con cualquier otro en el que nos empeñamos demasiado.

Así que, si tú también te lo preguntas, con respecto a eso concreto que te ocurre a ti, espero que puedas aplicarte estas notas y que te ayuden…

Esta mujer, a la que llamaremos María, me escribía lo siguiente…

«Después de haber intentado una relación estable en varias ocasiones, y sin haber conseguido nada que durara más de un año, ahora he conocido a un hombre con el que estoy muy bien. Ya llevamos viéndonos ocho meses y todo funciona de maravilla…

… Pero cuando me despido de él y me voy a mi casa, me amarga la existencia pensar que cada vez está más cerca el fin y que sólo será uno más en mi larga lista de fracasos…

… Y no quiero que eso ocurra…

… Mis amigos me dicen que soy yo la que lo estropeo todo; que no tengo paciencia; que no sé disculpar los defectos de cada uno…

… Pero yo, a veces, pienso que me han echado mal de ojo y por eso no me duran los novios; o que estoy «condenada» a vivir sola… o, lo que es peor, que soy un bicho raro y que nadie puede estar bien conmigo…

… ¿Qué puedo hacer para que cambie mi «destino»?»

¿Alguno o alguna os sentís identificados con María?

Pues os diré lo mismo que la dije a ella.

Lo mejor que se puede hacer es, precisamente, «no hacer nada».

Con el pensamiento de que todo va a acabar, de que todo está condenado al fracaso, de que nada puede salir bien, uno mismo se prepara para ello.

Es como si le estuvieras dando a tu mente la orden de que actúe en ese sentido: «Esto va a acabar, ya lo sabes»… «No merece la pena que te esfuerces, porque no va a servir de nada»… «Este es mi destino, así que es mejor aceptarlo tal cual»…

Tú le dices esas cosas a tu mente… Y tu mente, que es una «chica obediente», te hace caso… Y TE OBEDECE… y hace lo que le dices que haga… y lo hace exactamente como se lo dices…

Porque esto funciona de la siguiente manera…

Si una idea de fracaso o de ruptura, como en el caso de María, se afianza y se consolida en nosotros, se va convirtiendo en una idea obsesiva… Y esa obsesión desencadena el fenómeno de lo que llamamos Profecías Autocumplidas.

Es decir, tenemos tanto miedo de que ocurra algo, que el propio miedo nos bloquea y nos convierte en personas «torpes»…

Y cuanto más «torpes», más errores cometemos… Y son esos errores los que nos llevan invariablemente al fracaso o a la ruptura.

Mi sugerencia es… y así se lo dije a María… que se viva cada día como si fuera único, sin pensar demasiado en el siguiente… más que en lo que se refiere a logística o avituallamiento (claro está).

Tenemos que aprovechar cada instante de felicidad, sin preocuparnos de que se acabe; porque, además, para que pueda venir otro momento feliz, sí o sí, tiene que haberse terminado el anterior.

Pero es que, además, a María le dije otras cosas que creo que os pueden resultar muy útiles a todos… No obstante, transcribirlo todo en esta entrada supondría extenderme mucho… demasiado…

Y me he propuesto no ocupar más que el espacio que suelo ocupar… para no cansaros.

Así que, si creéis que os puede ayudar… o si simplemente tenéis curiosidad por leer esas «cosas»… os emplazo para la entrada siguiente…

Hasta entonces.

Esa… Angustia Vital (2)

 

 

Como os dije el otro día, la Angustia da para escribir mucho, así que… voy a seguir.

Y hoy os voy a hablar de otra forma de Angustia…

… La Angustia de esforzarse por ser Uno Mismo

Sí; también nos angustiamos con eso.

Desde que tenemos conciencia de nuestro propio Ser, frente a los demás, nos esforzamos por destacar… por sobresalir… por no ser uno más de la manada.

Y esto, además de un trabajo arduo, ya sea mental, físico, o ambos, lleva implícito también un cierto desarraigo, una… cierta ruptura con el medio que nos acoge… porque sólo rompiendo el molde, se puede ser único.

Pero claro, Ser Único tiene un alto precio emocional… Y es aquí donde aparece la Angustia…

Cuanto más Único seamos, más solos nos sentiremos… porque perderemos la protección y el cobijo que aporta la Masa… la Manada.

Y, efectivamente, se consigue destacar sobre los demás, pero se sufre con ello la angustia de verse solo, de sentirse incomprendido y hasta, incluso, atacado por las embestidas envidiosas de esa Masa que, lejos de valorar el esfuerzo por ser Uno Mismo, cornea y despedaza al Osado que se atrevió...

… ¡¿Pero quién se habrá creído que es?!!!…

Como dice el refrán: «Nadie es profeta en su tierra»…

Y como eso nos angustia, preferimos dejar de ser Uno Mismo, para seguir siendo Uno Más.

Y sigo con el tema… Porque hay otras maneras de angustiarse

Como la que se manifiesta ante la Conciencia de lo Transitorio.

Todo lo que nos rodea, por el hecho de estar sujeto a las leyes del espacio y del tiempo, tiene un principio y un fin… Es inevitable.

Y… porque yo creo que lo llevamos en el ADN… tenemos una especial tendencia a hacer nuestras las cosas que nos rodean… A desplegar una actitud posesiva ante personas o cosas con las que compartimos nuestro espacio vital.

La cuestión es que dicha actitud de Propietario conlleva, sí o sí, la Angustia de la pérdida.

Si algo pasa desapercibido para nosotros, si no somos conscientes de su presencia, tampoco lo somos de su ausencia… Pero cuando ha estado a nuestro lado el tiempo suficiente como para dejarse notar, o su impacto positivo sobre nosotros ha sido fuerte, entonces sí nos despierta el afán de posesión.

Nos ha gustado, lo queremos para nosotros, por fin lo tenemos y, a partir de ahí, empezamos a experimentar el miedo a perderlo… la Angustia de que todo lo que nos aporta se acabe…

Acto seguido, tomamos conciencia de que, como nada es duradero, eso tampoco lo será… Así pues, anticipamos el sentimiento de pérdida y nos angustiamos más aún…

¿Qué hacemos entonces?… Justo lo contrario de lo que tendríamos que hacer… porque somos así

Nos aferramos todavía más a su proximidad, a su presencia… Y cuanto más nos aferramos, más nos angustia la posibilidad de perderlo…

Un círculo vicioso… Un Angustioso Círculo Vicioso… Toda una paradoja: No Disfrutar de lo que nos agrada por la Angustia que nos produce su Posible Pérdida.

Como vemos, el espectro de la Angustia es tan amplio que puede decirse que abarca la práctica totalidad de nuestra existencia… Angustia Vital.

Pero no sólo se trata de un Hechizo que tratamos de conjurar… Sino que La Angustia es un componente ineludible de nuestro desarrollo…

… Porque experimentarla, nos pone a prueba…

… Y progresamos cuando nos enfrentamos a ella y la ganamos…

Aunque nos esté esperando otra vez a la vuelta de la esquina…

Dicen que, mientras hay vida, hay esperanza…

Pero si hay esperanza es porque hay angustia…

El Yin y el Yan.

… ¡Qué le vamos a hacer!

 

Esa… Angustia Vital (1)

 

Angustia…

Esta semana llegó una persona a mi consulta que traía una queja muy concreta… «Tengo angustia vital», me dijo… «Me angustia todo; me angustia vivir»…

Así que hoy os voy a hablar de la angustia… Y tal vez, como me sucede en algunas ocasiones, me enrolle y tenga para dos «entradas»… o tres… porque son unas cuantas cosas las que puedo decir al respecto. Así que… allá vamos.

Pero voy a empezar por el principio… ¿Qué es la angustia?

Tal y como dice el Diccionario, «la Angustia es un sentimiento vital asociado a situaciones apuradas, a tensiones psíquicas, a desesperación, que presenta la característica de pérdida de la capacidad de dirigir voluntaria y razonablemente la personalidad»… Ya sé que parece una definición muy… rebuscada… pero es lo que pone.

Ahora vamos a utilizar otras palabras…

Pero si partimos de dicha definición, se podría decir… casi, casi… que es una compañera inseparable de nuestra existencia.

A través de los tiempos, los seres humanos hemos luchado por disminuir o por controlar nuestra angustia y para ello nos hemos servido de la Magia, de la Religión y de la Ciencia, consiguiendo con ello si no suprimirla, sí al menos soportarla.

Pero la Angustia, aunque se hable de ella como algo muy general, es sin embargo una experiencia muy concreta y privada en cada uno de nosotros, que se manifiesta según nuestras particulares características y según nuestra individual forma de vivir y sentir lo que nos rodea.

Cualquiera de nosotros, sin excepción, podemos sentir alguna vez una determinada forma de angustia… Y siempre, sea como sea y por lo que sea, esa angustia se percibe como una amenaza.

Además… y esto sí que es un fastidio, cualquier vivencia que tengamos, por placentera que nos parezca en un principio, pueda conllevar una cierta experiencia angustiosa.

Os pongo un ejemplo: Las relaciones afectivas… La pasión, la confianza, el saberse importante para alguien, el amor… todo eso nos provoca un cúmulo de sensaciones altamente satisfactorias… Y en ellas nos sumergimos, tratando de disfrutarlas al máximo.

Sin embargo, cuanto más disfrutamos, más sufrimos… porque irremediablemente vamos experimentando un aumento progresivo del miedo a la pérdida, o del miedo al fracaso, o del miedo a la dependencia…

Y ya se fastidió…

Sin darnos cuenta y sin solución de continuidad, va haciendo su aparición la Angustia… Y lo que en un principio se vivía con tanta ilusión y con tantísimo placer… empieza a sufrirse por la inseguridad que nos ocasiona sabernos vulnerables, sentirnos «al descubierto», volvernos tan conocidos y tan previsibles que perdamos la capacidad de sorprender.

En vez de vivir y disfrutar lo que tenemos… nos angustiamos por la posibilidad de perderlo… Y no nos damos cuenta de que es precisamente así como lo perdemos…

Porque la angustia nos convierte en seres desconfiados, tristes, miedosos…

¿Y quién quiere tener a su lado a una persona así?

Y si nos volvemos desconfiados y, encima, observamos que el otro, o la otra, nos rehúyen… ¿No nos angustiamos más? ¿No sufrimos más? ¿No le empezamos a ver «con otros ojos»?

A partir de ahí, es fácil caer en el victimismo y pensar que la otra persona ya no es la que era… que ha cambiado para mal… que ya no nos quiere…

¡Noooo!… No es el otro el que ha cambiado!!!…

Hemos sido nosotros mismos los que, imaginando pérdidas y desgracias… los que, dejándonos ir en caída libre hacia la angustia… hemos cambiado nuestra perspectiva y nuestras prioridades…

… Y cambiamos.

… Y con el cambio, perdemos.

… Y con la pérdida, nos angustiamos más…

Y…

Así que… ¡déjate de rollos!… ¡ponte las pilas!…

… y VIVE lo que tienes HOY, en este preciso instante.

Pero qué dirán si…?

 

 

Vas a hacer algo y lo primero que te planteas es: ¿Pero qué dirán si hago… tal? O ¿Qué pensarán si digo…?

Y ese Qué Dirán nos preocupa y hace que nos replanteemos las cosas.

Y a lo mejor, incluso, nos sirve de ayuda para modificar, para añadir o para quitar algo que puede ser determinante a la hora de conseguir el mejor resultado posible.

Pero hay veces que ese Qué Dirán deja de ser una preocupación y pasa a convertirse en un Obstáculo, en un Grave Impedimento, que nos imposibilita para seguir adelante.

… Y aquí es donde está el problema.

A ver… Vamos a partir de la base de que a todos (a unos más que a otros, pero a todos) nos gusta criticar… Pero no me refiero a hacer crítica constructiva; aunque también se hace, por supuesto.

Me refiero a esa otra crítica que, a pesar de que se quiere hacer pasar por constructiva, lo que pretende es meter el dedo en el ojo y retorcerlo hasta hacer el mayor daño posible al Criticado.

Estoy hablando de la acepción más sibilina de la Crítica. Nos gusta «criticar», humillar, ridiculizar, hacer «pupa emocional»… Y como nos conocemos y sabemos que eso «nos gusta», también lo tememos… y nos entra el pánico porque sabemos que los demás son como nosotros y «les gusta criticar».

Entonces, entro en «modo terror» porque me había planteado ponerme el vestido rojo para ir a trabajar y al sacarlo del armario pienso:… «¿Qué pensarán de mí? ¡Lo mismo creen que voy muy provocativa!»…

¡Zas!… ¡Ahí estamos!…

Y ahora vamos a reflexionar:… ¿Soy yo misma la que pienso que voy provocativa con ese vestido y pongo esa idea en la cabeza de los demás porque no me atrevo a reconocerlo?… ¿O, aunque creo que es adecuado para ir a trabajar y me veo bien con él, pienso que, como soy yo la que lo lleva, mis compañeros me van a «despedazar»?… ¿O es que yo «despedazaría» a otra si lo llevara y temo que hagan lo mismo conmigo?…

Esto es sólo un ejemplo de lo que podemos pensar… Porque pueden ser muchas cosas las que pensamos cuando pensamos «qué pensarán» los demás… Y todas nos llevan a entrar en esa fase de pánico, que nos impide hacer o decir algo.

Ahora bien, si dejamos a un lado nuestras inseguridades, que por suerte o por desgracia vienen con nosotros «de serie», ya que parece que son parte fundamental de nuestro ADN, tenemos que ser conscientes de algo que es básico (aunque por eso mismo no lo tengamos en cuenta) en las relaciones humanas…

Que cada persona piensa a su manera… Que cada uno tenemos nuestras propias ideas… Que lo que para uno es maravilloso, para otro es un desastre… Que hay tantas «realidades» como personas hay en este mundo nuestro, y todas son «reales»… Que mi «objetividad» es tu «subjetividad»… Que lo que tú piensas, a mí ni se me había pasado por la cabeza… Que a cada uno nos gusta una cosa y que nuestros gustos son diferentes o incluso opuestos…

Entonces… con tal variedad de pensamientos, de ideas, de opiniones, de realidades, de objetividades, de subjetividades, de gustos y de disgustos…

… es absolutamente imposible… repito IMPOSIBLE, gustar a todo el mundo, o estar de acuerdo con todo el mundo, o evitar la crítica de… ni siquiera, del que tenemos al lado.

Así pues… y llegados a este punto… ¿Qué más da lo que piensen los demás?

Puedo pedir una opinión sobre algo… puedo aceptar sugerencias… puedo tener en cuenta otras ideas… puedo respetar (mejor dicho, debo respetar) lo que otro quiera decir…

… Pero no tengo por qué anular o invalidar mis opiniones, mis gustos, mis ideas, por el Qué Dirán

… Porque ¿Decir? Van a decir siempre… y pueden decir cualquier cosa…

… PERO YO TAMBIÉN DIGO.

Esos Otros Miedos (2)

 

 

¿Te has burlado alguna vez de los miedos de alguien?…

¿Has hecho en algún momento un comentario jocoso o los has tachado directamente de ridículos?

Creo que sí… Como yo… Como todos los que no tenemos ese Miedo concreto que nos están describiendo…

… Aunque tengamos otros.

Alguien, por ejemplo, quizá nos haya confesado alguna vez que le da Miedo que le llamen gordo. Y puede ser que nos hayamos reído, o sonreído, diciendo… ¡Anda, anda, no digas tonterías!!…

Sin embargo, todos somos conscientes del alarmante número de casos de Anorexia que se detectan entre la población joven… Esto es motivo suficiente para que se le dé a ese miedo la importancia que se merece.

A ver… Que tampoco quiero ponerme yo aquí demasiado tremendista o catastrofista… Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de este tipo de trastornos han comenzado de forma imperceptible por ese miedo al qué dirán… que fue degenerando en ese otro miedo a «cómo me veo» y, casi sin saber cómo… en una percepción absolutamente distorsionada de la imagen corporal.

Esto mismo, salvando las distancias y cada uno con sus características particulares, podemos observarlo en cualquiera de Esos Otros Miedos que nos parecen incomprensibles… pero que, sin embargo, influyen de forma tan negativa en el desarrollo de la personalidad.

Vale… Y llegado a este punto… ¿qué se puede hacer?… ¿Cómo nos podemos enfrentar a estas situaciones?

En primer lugar, ante la confesión de un Miedo a… lo que sea…  tenemos que observar cómo vive la persona en cuestión ese lo que sea… o cómo Lo Sufre, que para el caso es lo mismo.

También habrá que observar, en la medida de lo posible, lo lógico o lo ilógico de tal miedo; porque si podemos establecer el origen del mismo, quizá podamos actuar directamente sobre ello.

Por otra parte, si la persona afectada es capaz de enfrentarse a sus monstruos, aunque lo pase mal, eso puede indicarnos que sus mecanismos de defensa están intactos o, al menos, siguen ahí… y que sabe cómo desplegarlos y utilizarlos… Aunque lo pase mal.

Pero si se produce la huida…

Siempre y cuando, claro está, el peligro no sea «real», en cuyo caso la huida estaría más que justificada… y ya sabes ¡tonto el último!!!…

A ver, que me lío… Céntrate Ana.

Si se produce la huida, digo, tendríamos que empezar a cuestionarnos por qué fallan las defensas.

Puede ocurrir que la ansiedad que le produce esa situación le esté desequilibrando emocionalmente lo suficiente como para disminuir o anular su capacidad de respuesta….

Y, si esto es así, ha llegado la hora de acudir al psicólogo… Sin pensarlo dos veces… Porque si el problema se «solidifica»… costará mucho más solucionarlo.

En todo caso, tenemos que ser conscientes de que el Miedo, sean cuales sean sus orígenes, sus porqués, sus manifestaciones y sus particularidades, produce ciertamente una sintomatología real

Y el sufrimiento que conlleva es ya, de por sí, motivo suficiente como para concederle lo que llamamos Importancia.

Juan Sin Miedo no existe… No sería ni sano ni saludable.

Pero tampoco es ni sano, ni saludable, que exista Don Juan De Todos Los Miedos.

 

 

 

Esos Otros Miedos (1)

 

 

En las entradas anteriores os he estado hablando del Miedo…

Pues voy a seguir.

Os decía que, aunque todos alguna vez hemos deseado tener la facultad de no sentirlo nunca, debemos reconocer, sin embargo, que en la mayoría de las ocasiones, esa sensación es un mecanismo de defensa… Nos protege.

Aunque, hay que reconocer que se trata de una sensación tan desagradable que, en algunos casos, las cosas se han complicado hasta el punto de llegar a Tener Miedo De Sentir Miedo.

Y es que… no es para menos.

Porque, en primer lugar, se percibe una tensión que dispara las alarmas y hace que todo nuestro cuerpo tome posiciones… Los músculos parecen contraerse; el sistema nervioso entra en Modo Alerta; el corazón acelera el ritmo de sus latidos y el cerebro se ensimisma y se concentra para tratar de dar con la salida adecuada que contrarreste o evite el peligro inminente.

A nivel psicológico, nos sumergimos en un estado de ansiedad que, en sus primeras fases, es muy útil para desarrollar eso que hemos llamado Modo Alerta… Pero si se sobrepasan esos niveles, digamos beneficiosos, corremos el riesgo de caer en el Bloqueo… Y eso nos hace añicos emocionalmente… porque inhibe nuestras defensas y nos convierte en seres vulnerables e incapacitados para protegernos y, por supuesto, para el ataque.

Hasta aquí todo muy clarito y muy entendible…

Pero ¿qué pasa con el miedo a todo?… ¿Por qué alguien puede llegar a asegurar que tiene miedo de algo que es absolutamente inofensivo?

Nuestra sociedad, vertiginosa y feroz, que no da tregua alguna si queremos subir al tren del progreso y del buen nivel de vida, paradójicamente va minando, de forma progresiva y pertinaz, la capacidad del hombre para conseguir permanecer subido en ese tren…

Uff!… Vaya párrafo!!!… Seguro que lo podía haber dicho de otra manera… no tan «académica»… Seguro… Pero a veces me dan esos «prontos»… Te pido disculpas, si no es de tu agrado.

Pero bueno… a lo que iba…

El caso es que, cuanto más exigentes sean los retos a los que tenemos que enfrentarnos, mayor es el riesgo de fracaso y, en la misma proporción, aumentará la inseguridad y el miedo… tanto a perder lo conseguido, como a no conseguirlo nunca.

¿Y cuál es la consecuencia?…  Que esa persona se vaya convirtiendo en un ser desconfiado, taciturno… y miedoso.

Luego hay también otros Miedos, que resultan incomprensibles para quien no los sufre, pero el afectado vive absolutamente condicionado por ellos.

Y así nos podemos encontrar con el miedo al ridículo… el miedo al qué dirán… los llamados miedos nocturnos… el miedo a lo desconocido… y, llegados a situaciones extremas, los miedos a cosas de lo más variopintas que degeneran en fobias.

Si le preguntamos a alguien por qué tiene miedo, por ejemplo, a salir a un gran espacio abierto (agorafobia), lo más probable es que no sepa explicarlo, sin embargo nos dirá que siente algo más fuerte, que se trata de una sensación de peligro real, acompañada de temblores, vértigos, taquicardias, etc.

Y cuanto más nos aproximamos a la «realidad» de Esos Otros Miedos, mejor más nos damos cuenta de la angustia que experimentan sus víctimas.

Una angustia que, además de los síntomas físicos que suelen acompañarla, produce un importante desajuste emocional… que empieza en la incapacidad para realizar ciertas cosas… y puede llegar hasta la desorganización de la personalidad y el bloqueo absoluto.

Así que, el cuadro puede llegar a ser lo suficientemente grave como para que tratemos de comprender a las personas que lo sufren y que, en algunas ocasiones, ni se atreven a decirlo por el Miedo a Nuestras Burlas… que se añade, con un peso insoportable, a Ese Otro Miedo que ya tienen de por sí.

Pero todavía tengo algunas cosas más que contarte…

Este tema da para mucho.

¿Quedamos para la siguiente entrada?…

 

 

El Miedo, sus Motivos y sus Porqués (2)

 

 

El otro día deje una pregunta en el aire…

¿Cómo es posible que algo normal y cotidiano pueda verse como amenazante y peligroso?

Pues verás… La respuesta podemos encontrarla en cualquiera de los siguientes apuntes.

Por una parte, estaría el problema de las Asociaciones Mentales Distorsionadas… (No sé si el término es muy «científico», pero me sirve)…

Y me explico…

El ser humano, a lo largo de su vida, va experimentando una serie de hechos, situaciones o circunstancias, rodeados de toda una parafernalia de condiciones y de casualidades, directas o indirectas, que pasan a formar parte de la vivencia que tenemos de cada situación.

Cuando el resultado de dicha experiencia ha sido negativo, se APRENDE que, si eso mismo se produce en otro momento, nos puede hacer sufrir.

Te pongo por ejemplo el caso de una persona que camina una noche hacia su casa y de repente la atracan, amenazándola con un arma; casualmente, en ese instante un perro empieza a ladrar.

El hecho de que a esa persona, a partir de entonces, le asuste el hecho de ir sola a casa por la noche sería lo más lógico… Sin embargo, que lo que realmente le dé auténtico pánico sea oír el ladrido de un perro, en cualquier momento, de día y de noche, eso ya no sería nada lógico. Entonces, lo que aquí habría ocurrido es que su mente estaría haciendo una Asociación Distorsionada entre el recuerdo que tiene de la experiencia real del atraco y todo lo que la acompañó en aquel instante, y ese ladrido que está escuchando ahora, en una situación totalmente inocente y, por tanto, nada peligrosa.

Otra posible explicación, y quizá ésta sea una causa muy común entre los miedos que, de forma ilógica, afectan a algunas personas, está en la propia Inseguridad Personal ante cualquier circunstancia que requiera un mínimo esfuerzo, o ante una situación que implique un cierto grado de compromiso.

Una persona insegura, con baja autoestima, puede vivir inmersa en una sensación de miedo constante a qué hacer o qué decir, a cómo vestirse, a quién dirigirse, al qué dirán, a qué pensarán…

Y quizá, sus expresiones más utilizadas podrían ser: «Tengo miedo de…», «Me asusta pensar que…» Claro, ante este panorama, su tendencia será a la huida, al intentar pasar desapercibida, incluso, al aislamiento.

Porque esa Inseguridad con respecto a casi todo y frente a casi todos puede, a veces, llegar a provocar auténtico pánico, yendo incluso acompañada de sintomatología física (taquicardias, dilatación de pupilas, bloqueos cognitivos, inmovilidad, etc.)… Y peor aún si la vivencia es tan fuerte como para llevarle a pensar que de ello pueden desprenderse consecuencias nefastas para su integridad.

Esto se puede enlazar con un tercer supuesto en el que la característica esencial, y por tanto donde se halla el porqué de ese miedo irracional, es la Visión Distorsionada de la realidad.

Casi todos los problemas psicológicos generan, en mayor o menor medida, un cierto grado de distorsión y cuanto más se interioriza esa distorsión, más se proyecta hacia el exterior en forma de actitudes recelosas, hasta el punto de ver como amenazante cualquier cosa que, en circunstancias normales, no sólo sería inocua, sino que, incluso podría ser hasta agradable.

Pero creo que por hoy, otra vez, tengo que interrumpir el tema…

Ya sabes… el espacio.

Sin embargo, pienso seguir escribiendo sobre estas cosas…

Si te interesa… «nos vemos» en la próxima entrada.