Me meto en la cama… No me duermo… Empiezo a dar vueltas… No encuentro postura…
Mis pensamientos van y vienen… Y no sé por qué, porque no tengo preocupaciones importantes… ¡Pero nada, oye; que no me duermo!
Y antes de que se haga de día, ya está sonando el despertador… Me tengo que levantar… Y luego, estoy toda la mañana ¡que me caigo de sueño!
Llego a casa, me siento a comer y después digo ¡ésta es la mía!… ¡una siesta cortita y como nuevo!… Media hora sólo, porque tengo que volver al trabajo…
Pero apenas he entrado en mi adorado mundo del sueño y ya me tengo que levantar otra vez…
¡Esto me pone de un humor terrible y ya estoy toda la tarde mal!… ¡Y por la noche, otra vez sin dormir!… ¡uff!…
¿Es esto lo que te pasa?…
Quizá estés sufriendo algún grado de estrés.
En ocasiones, las circunstancias laborales o personales nos llegan a agotar de tal manera que nuestro organismo se resiente y pone en marcha respuestas que tratan de advertirnos de ello, para que cambiemos nuestras costumbres o modifiquemos algunas cosas en nuestra vida.
A veces, se llega a un punto en el que, a pesar del cansancio y de la necesidad de dormir, que parece irse acumulando, sin embargo el cuerpo sigue «sin enterarse», por decirlo de alguna manera, insistiendo en dar su particular alarma para que se adopten otros hábitos.
Y, de esta forma, se entra en un círculo vicioso en el cual, por más que se esfuerce uno en dormir, menos lo consigue.
Vale… Pues te voy a hacer algunas sugerencias…
Deja de empeñarte en lograrlo. Y aunque pases todavía algún día igual de malo, trata de no echarte esa pequeña siesta después de comer.
Después, establece una hora fija para acostarte por la noche y respétala: intenta no ir a la cama ni antes, ni después…
Si una vez en la cama, no te duermes en treinta minutos (como máximo), levántate, vete al sofá y lee un poco (pero leer ¿vale?… no veas la tele), hasta que te entre sueño. Entonces, vuelve a la cama… Si pasa otra media hora y sigues sin dormir, repite el mismo procedimiento… Y así, hasta que te duermas, o hasta que te tengas que ir al trabajo… Lo que sería una faena, sí; pero se dará por bien empleado, si al final se consigue el objetivo de dormir bien.
Y después de comer, pase lo que pase, sigue sin echarte la siesta y, a la noche siguiente… repite el mismo «truco»: misma hora de acostarte… cama, sofá y cama (si es necesario, claro).
Puede ocurrir que todavía, durante algunas noches más, no lo consigas; y te las pases enteras de la cama al sofá y del sofá a la cama…
Pero no te desanimes y trata de ser muy disciplinado con esta estrategia.
Sólo así conseguirás dominar tu cuerpo y lo reeducarás para dormir, todas las noches… todas las horas que tú quieras.
Al fin y al cabo, nuestro cuerpo es nuestro mejor aliado… y hará lo que queramos que haga…
Simplemente hay que «enseñarle»…