Archivo por meses: agosto 2013

Venga… Anímate!!

 

¿Te lo han dicho alguna vez?

¿Se lo has dicho tú a alguien?

Por desgracia, creo que sí.

La crítica y convulsa situación social que nos está tocando vivir puede, y de hecho suele, desencadenar en el individuo problemas de estrés, ansiedad, saturación y agotamiento.

Todo esto, unido al ritmo vertiginoso y competitivo impuesto por la Comunidad nos provoca la sensación de estar buceando en aguas turbulentas, que son, simultáneamente, nuestro medio de subsistencia y el de nuestra propia destrucción; haciendo que, en algunos casos, agotemos nuestras innatas capacidades de adaptación y tratemos de huir de ese entorno hostil, refugiándonos en un mundo particular que, sin darnos cuenta, nos va minando poco a poco, con lo que, como suele decirse, no se sabe qué es peor, si el remedio o la enfermedad.

Puestas así las cosas, nos vemos afectados por un trastorno emocional caracterizado por un bajo estado de ánimo, una marcada sensación de impotencia, una desidia o una apatía que se retroalimenta y una autopercepción excesivamente negativa.

Nos metemos así en la tan temible Depresión, que tiene como consecuencia directa, entre otras cosas, la infravaloración y la mala interpretación de nosotros mismos y de lo que nos rodea; así como la imposibilidad para desarrollar un comportamiento adecuado. Esto nos lleva a una mala adaptación al medio, lo que degenera, como si de un círculo vicioso se tratara, en una nueva disminución de la actividad y en una pérdida de control sobre nosotros y sobre el entorno.

Y entonces es cuando empezamos a escuchar o a decir: «Venga, anímate; ya verás que todo se soluciona».

Pero lo cierto es que, ni se ve que los problemas tengan solución, ni se nota ninguna mejoría con el paso de los días.

Esto exige darle la importancia que se merece.

Si cuando empiezan a manifestarse los primeros síntomas del comportamiento depresivo, en lugar de decir, como señalábamos antes, «venga, anímate», tratamos de averiguar qué está pasando e intentamos coger el problema de frente, se podrá prevenir o corregir, si es el caso, un trastorno que normalmente tiende a degenerar con bastante rapidez y, en ocasiones más extremas, deteriora sensiblemente las facultades de relación, de comprensión, de comunicación y de acción del ser humano, constitutivas, en última instancia, de la propia capacidad de supervivencia.

No he pegado ojo…!!

 

Esta noche te ha tocado a ti ¿verdad?… ¿O fue ayer?

En alguna ocasión, a lo largo de nuestra vida, casi todos hemos pasado por la experiencia de tener una noche en blanco o de no pegar ojo en toda la noche. Y ciertamente, no puede decirse que se haya tratado de algo agradable; más bien, al contrario, lo normal es que resultara desesperante.

Dejando a un lado el insomnio producido por el estrés, por causas fisiológicas o por el miedo a dormir, que también se da y del que quizá hablemos otro día, en casi todas sus manifestaciones prevalece el deseo insistente, por parte del sufridor, de conseguir quedarse dormido a toda costa.

Quiero decir con ello que, ante lo que promete ser una larga noche en vela, una persona intenta evitarlo con todos los medios a su alcance y recurre así a remedios, más o menos pintorescos, que van desde contar ovejas y el vaso de leche caliente, a las valerianas o a lo que le decía su abuela.

Y todo esto puede estar muy bien; incluso puede que tenga algún resultado, pero hay que tener en cuenta algo más: en cualquier esfuerzo por remediarlo está presente, en menor o mayor grado, el desasosiego o la desesperación por no conseguirlo…

… Y aquí es donde está el verdadero problema. Porque la propia desesperación hace que el insomne se precipite a un círculo vicioso donde la falta de sueño le hace poner todo su afán en conseguir dormir; ese esfuerzo activa más aún el sistema nervioso, lo que ocasiona que no pueda relajarse debidamente; como consecuencia de ello, procurará empeñarse más en el intento y así sucesivamente.

Entonces, la inicial dificultad para conciliar el sueño se convierte, irremediablemente, en una situación angustiosa que anula por completo la más mínima posibilidad de quedarse dormido.

¿Solución?… Ah!!… Ahí está el quid de la cuestión…

Puede que lo mejor sea pensar… más o menos hacia las cinco de la madrugada… ¡Jo… Qué bien voy a dormir mañana!… ¡Mañana, es que voy a caer redondo!… ¡Uff!…

Porque después de una noche en blanco, o de dos… o de tres… creedme… nos desplomamos.