Cuando el árbol joven se troncha (2)

 

 

Tú también te sientes vulnerable alguna vez…

Tú también te sientes incomprendido en algunos momentos…

Y si ahora, con toda tu «adultez» a cuestas… si ahora, con toda tu «experiencia vital» como recurso para solucionar tus problemas, no te atreves ni siquiera a contarle lo que te preocupa a tu mejor amigo, o a tu pareja, o a tu amiga íntima…

… Piensa en cómo se puede sentir ese niño… ese chaval de diez… de catorce años… que no tiene ninguna «adultez», que la única «experiencia vital» que posee es Ninguna, y que, de pronto, se está enfrentando a «los leones del Coliseo Romano«…

Y dirás… ¡¡¡¿Pero por qué no ha dicho nada?!!!

Pues… quizá… sólo quizá… porque más de una vez se han burlado de él…

Quizá… sólo quizá… porque le han dicho que era un exagerado…

Porque quizá… sólo quizá… alguien le ha hecho creer que la culpa de todo lo que le pasa la tiene él por ser… ASÍ

O porque quizá… sólo quizá… los Mayores, preocupados por nuestros «Problemas de Adultos» le hemos repetido demasiadas veces eso de… ¡Bah, eso es una tontería… eso no tiene importancia… ya verás cómo mañana se te ha pasado!

Por otra parte… y es un factor a tener muy en cuenta… están también las «Exigencias» que se les imponen para convertirse en hombres y mujeres de provecho

Porque, tienes que sacar buenas notas en el colegio si quieres ser Alguien el día de mañana… Porque tienes que ser el mejor en todo, si quieres llegar a Algo.

Todos sabemos del miedo que experimentan algunos chavales, cuando tienen que llevar el boletín de notas escolares a su padre para que se lo firme…  «Es que, cuando las vea, me mata»…

¿Por qué se ha llegado a estos extremos?

Hay varias respuestas para esta pregunta…

Por un lado, estaría la Falta de Comunicación… de Buena Comunicación… entre padres e hijos… Si no se puede hablar abiertamente de los problemas, de las ilusiones o de los fracasos… si no se puede hablar abiertamente de nada… se levantará un enorme muro entre las dos generaciones, cuya sola visión da miedo y el miedo provoca la huida… O el silencio.

Por otro lado, está la Intransigencia de los adultos… Bien está que un padre quiera que su hijo sea el mejor… pero lo que ya no está tan bien es que le «exija» ser el mejor a toda costa… Esto crea en el niño una inseguridad tremenda… La inseguridad provoca fallos a la hora de hacer las cosas… Los fallos llevan al fracaso… Y el fracaso se convierte en algo insoportable, por el riesgo intrínseco de perder el cariño de sus padres…

… Y antes de verse humillados de esa manera, prefieren desaparecer.

Otra motivo está la Falta de Respeto… Si los adultos exigimos respeto por ser Personas Mayores, deberíamos ser los primeros en respetar a esas Personas Pequeñas… que algún día también serán Personas Mayores.

Todo esto y muchos más aspectos de la convivencia diaria, tienen una importancia decisiva en el desarrollo de la personalidad.

Si se produce un fallo por algún lado, esa personalidad, puesto que está en plena formación, se desequilibra… se tuerce… y, en casos extremos, puede llegar a troncharse.

Y no queremos que eso ocurra.

Así que somos nosotros, Los Mayores, los que debemos poner todos los medios a nuestro alcance para descubrir a tiempo y hacer frente a los problemas de la infancia y de la adolescencia… y a los conflictos que se dan en la Convivencia entre padres e hijos…

… O en las Relaciones entre nuestros hijos y sus iguales… ¡Que esto también tiene tela!… (Y hablaré concretamente de ello en otro blog)…

Considero que todo esto es muy serio. Y creo que no debemos dejarlo de lado… hasta que nos llegue una nueva y escalofriante noticia relacionada con ello, que es cuando solemos actuar, o «Pensar en Actuar» (que es lo más común, pero lo menos eficaz), y… otra vez… nos llevemos las manos a la cabeza, diciendo…

… ¿Cómo es posible?… ¿Cómo pueden ocurrir estas cosas?

 

 

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