Archivo por meses: octubre 2015

Esa… Angustia Vital (1)

 

Angustia…

Esta semana llegó una persona a mi consulta que traía una queja muy concreta… «Tengo angustia vital», me dijo… «Me angustia todo; me angustia vivir»…

Así que hoy os voy a hablar de la angustia… Y tal vez, como me sucede en algunas ocasiones, me enrolle y tenga para dos «entradas»… o tres… porque son unas cuantas cosas las que puedo decir al respecto. Así que… allá vamos.

Pero voy a empezar por el principio… ¿Qué es la angustia?

Tal y como dice el Diccionario, «la Angustia es un sentimiento vital asociado a situaciones apuradas, a tensiones psíquicas, a desesperación, que presenta la característica de pérdida de la capacidad de dirigir voluntaria y razonablemente la personalidad»… Ya sé que parece una definición muy… rebuscada… pero es lo que pone.

Ahora vamos a utilizar otras palabras…

Pero si partimos de dicha definición, se podría decir… casi, casi… que es una compañera inseparable de nuestra existencia.

A través de los tiempos, los seres humanos hemos luchado por disminuir o por controlar nuestra angustia y para ello nos hemos servido de la Magia, de la Religión y de la Ciencia, consiguiendo con ello si no suprimirla, sí al menos soportarla.

Pero la Angustia, aunque se hable de ella como algo muy general, es sin embargo una experiencia muy concreta y privada en cada uno de nosotros, que se manifiesta según nuestras particulares características y según nuestra individual forma de vivir y sentir lo que nos rodea.

Cualquiera de nosotros, sin excepción, podemos sentir alguna vez una determinada forma de angustia… Y siempre, sea como sea y por lo que sea, esa angustia se percibe como una amenaza.

Además… y esto sí que es un fastidio, cualquier vivencia que tengamos, por placentera que nos parezca en un principio, pueda conllevar una cierta experiencia angustiosa.

Os pongo un ejemplo: Las relaciones afectivas… La pasión, la confianza, el saberse importante para alguien, el amor… todo eso nos provoca un cúmulo de sensaciones altamente satisfactorias… Y en ellas nos sumergimos, tratando de disfrutarlas al máximo.

Sin embargo, cuanto más disfrutamos, más sufrimos… porque irremediablemente vamos experimentando un aumento progresivo del miedo a la pérdida, o del miedo al fracaso, o del miedo a la dependencia…

Y ya se fastidió…

Sin darnos cuenta y sin solución de continuidad, va haciendo su aparición la Angustia… Y lo que en un principio se vivía con tanta ilusión y con tantísimo placer… empieza a sufrirse por la inseguridad que nos ocasiona sabernos vulnerables, sentirnos «al descubierto», volvernos tan conocidos y tan previsibles que perdamos la capacidad de sorprender.

En vez de vivir y disfrutar lo que tenemos… nos angustiamos por la posibilidad de perderlo… Y no nos damos cuenta de que es precisamente así como lo perdemos…

Porque la angustia nos convierte en seres desconfiados, tristes, miedosos…

¿Y quién quiere tener a su lado a una persona así?

Y si nos volvemos desconfiados y, encima, observamos que el otro, o la otra, nos rehúyen… ¿No nos angustiamos más? ¿No sufrimos más? ¿No le empezamos a ver «con otros ojos»?

A partir de ahí, es fácil caer en el victimismo y pensar que la otra persona ya no es la que era… que ha cambiado para mal… que ya no nos quiere…

¡Noooo!… No es el otro el que ha cambiado!!!…

Hemos sido nosotros mismos los que, imaginando pérdidas y desgracias… los que, dejándonos ir en caída libre hacia la angustia… hemos cambiado nuestra perspectiva y nuestras prioridades…

… Y cambiamos.

… Y con el cambio, perdemos.

… Y con la pérdida, nos angustiamos más…

Y…

Así que… ¡déjate de rollos!… ¡ponte las pilas!…

… y VIVE lo que tienes HOY, en este preciso instante.

Pero qué dirán si…?

 

 

Vas a hacer algo y lo primero que te planteas es: ¿Pero qué dirán si hago… tal? O ¿Qué pensarán si digo…?

Y ese Qué Dirán nos preocupa y hace que nos replanteemos las cosas.

Y a lo mejor, incluso, nos sirve de ayuda para modificar, para añadir o para quitar algo que puede ser determinante a la hora de conseguir el mejor resultado posible.

Pero hay veces que ese Qué Dirán deja de ser una preocupación y pasa a convertirse en un Obstáculo, en un Grave Impedimento, que nos imposibilita para seguir adelante.

… Y aquí es donde está el problema.

A ver… Vamos a partir de la base de que a todos (a unos más que a otros, pero a todos) nos gusta criticar… Pero no me refiero a hacer crítica constructiva; aunque también se hace, por supuesto.

Me refiero a esa otra crítica que, a pesar de que se quiere hacer pasar por constructiva, lo que pretende es meter el dedo en el ojo y retorcerlo hasta hacer el mayor daño posible al Criticado.

Estoy hablando de la acepción más sibilina de la Crítica. Nos gusta «criticar», humillar, ridiculizar, hacer «pupa emocional»… Y como nos conocemos y sabemos que eso «nos gusta», también lo tememos… y nos entra el pánico porque sabemos que los demás son como nosotros y «les gusta criticar».

Entonces, entro en «modo terror» porque me había planteado ponerme el vestido rojo para ir a trabajar y al sacarlo del armario pienso:… «¿Qué pensarán de mí? ¡Lo mismo creen que voy muy provocativa!»…

¡Zas!… ¡Ahí estamos!…

Y ahora vamos a reflexionar:… ¿Soy yo misma la que pienso que voy provocativa con ese vestido y pongo esa idea en la cabeza de los demás porque no me atrevo a reconocerlo?… ¿O, aunque creo que es adecuado para ir a trabajar y me veo bien con él, pienso que, como soy yo la que lo lleva, mis compañeros me van a «despedazar»?… ¿O es que yo «despedazaría» a otra si lo llevara y temo que hagan lo mismo conmigo?…

Esto es sólo un ejemplo de lo que podemos pensar… Porque pueden ser muchas cosas las que pensamos cuando pensamos «qué pensarán» los demás… Y todas nos llevan a entrar en esa fase de pánico, que nos impide hacer o decir algo.

Ahora bien, si dejamos a un lado nuestras inseguridades, que por suerte o por desgracia vienen con nosotros «de serie», ya que parece que son parte fundamental de nuestro ADN, tenemos que ser conscientes de algo que es básico (aunque por eso mismo no lo tengamos en cuenta) en las relaciones humanas…

Que cada persona piensa a su manera… Que cada uno tenemos nuestras propias ideas… Que lo que para uno es maravilloso, para otro es un desastre… Que hay tantas «realidades» como personas hay en este mundo nuestro, y todas son «reales»… Que mi «objetividad» es tu «subjetividad»… Que lo que tú piensas, a mí ni se me había pasado por la cabeza… Que a cada uno nos gusta una cosa y que nuestros gustos son diferentes o incluso opuestos…

Entonces… con tal variedad de pensamientos, de ideas, de opiniones, de realidades, de objetividades, de subjetividades, de gustos y de disgustos…

… es absolutamente imposible… repito IMPOSIBLE, gustar a todo el mundo, o estar de acuerdo con todo el mundo, o evitar la crítica de… ni siquiera, del que tenemos al lado.

Así pues… y llegados a este punto… ¿Qué más da lo que piensen los demás?

Puedo pedir una opinión sobre algo… puedo aceptar sugerencias… puedo tener en cuenta otras ideas… puedo respetar (mejor dicho, debo respetar) lo que otro quiera decir…

… Pero no tengo por qué anular o invalidar mis opiniones, mis gustos, mis ideas, por el Qué Dirán

… Porque ¿Decir? Van a decir siempre… y pueden decir cualquier cosa…

… PERO YO TAMBIÉN DIGO.