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Las «Reglas del Juego» (Segunda Parte)

 

 

El otro día os decía que, cuando dos personas empiezan una relación de pareja, esperan y desean que esa relación sea duradera.

Se plantea, con una chispa de ilusión en la mirada y con gestos entrañables, aquello de «envejecer juntos»…

Pero nadie se para a pensar, en esos primeros momentos, ni se imagina, ni sospecha, ni prevé cómo puede ser eso de «envejecer juntos»…

Y la cosa es importante.

Porque lo malo de que pase el tiempo es que, en primer lugar, no pasa igual para todos, porque unos envejecen peor que otros. Y en segundo lugar, porque ese «paso» del tiempo conlleva ineludiblemente una serie de cambios físicos y psicológicos que, si ya nos cuesta aceptarlos en nosotros mismos, mucho más difícil es aceptarlos en el otro.

Así pues, para que una relación de pareja sea duradera y estable, hay que saber aceptar estos cambios… ¿Pero a qué cambios me refiero?

Pues verás…

Algunos de estos cambios tienen que ver con la forma de amar y de relacionarse íntimamente con el otro.

Si en la juventud parece que prevalece más la excitación física y las sensaciones que el placer erótico acarrean, felizmente enriquecidas con la ternura, el afecto y la sensibilidad… a medida que vamos «madurando», el placer físico va cediendo terreno (aunque sin declinar por completo) al placer «psicológico»; el cual se encuentra en la compañía, en la complicidad, en la ternura y en el conocimiento íntimo de la pareja… Y la vivencia de todo esto, mezclándolo de vez en cuando con el ingrediente «picante» del erotismo, da como resultado la experiencia plenamente satisfactoria de lo que se entiende por «Amor».

Por otra parte, y en lo que a cambios físicos se refiere, con el paso de los años, la ley de la gravedad tiene la «incordiante» costumbre de volverse cada vez más implacable… y todo se nos empieza a caer… ¡Todo!… Y nos cuesta mucho más mantenerlo erguido… ¡Todo!…

Y llega un tiempo en que todas esas cosas que se mostraban tiempo atrás tan «altaneras»… poco a poco ya no sólo es que se caigan… ¡sino que se «hunden»!…

Y esto hay que saber llevarlo con dignidad…

Así pues, uno debe aprender a estimarse a sí mismo, en su decadencia física, para ser más tolerante con la decadencia del otro.

Y ya que hablamos de tolerancia… ¿Qué pasa con eso de «fíjate lo que se le acaba de ocurrir a mi pareja»?… ¿»Fíjate con lo que me sale ahora»?

Es necesario aprender a ver y a valorar aquellas cosas que hace el otro para intentar agradarnos… ¡aunque no sean de nuestro agrado!…

Tenemos que ser capaces de recompensar al otro y de incentivarle y motivarle… Sólo así, poco a poco, conseguiremos que sus «ocurrencias» por fin alcancen el nivel y la entidad que nosotros esperamos.

En vez de estar al acecho para «pillarle» en un error y reprochárselo, lo mejor es estar pendiente de sus buenas cualidades y de sus aciertos… y, por supuesto, elogiarle por ello.

Cuando alguien hace algo y obtiene una recompensa, del tipo que sea, por ello, tenderá a repetirlo y a mejorarlo… Primero, porque ha comprobado que eso le gusta al otro y, segundo, porque las consecuencias que ha tenido le gustan a él.

Y cuando alguien recibe «recompensas» se siente mejor; está más receptivo; se muestra más atento con el otro; se facilita la comunicación y la intimidad; se desarrolla la complicidad; se muestra más tolerante con los fallos ajenos; se enfrenta mejor a las contrariedades; se presta más a compartirlo todo…

… Y se convierte en un buen Amante… y en un buen «Amador»…

… Y ya tenemos preparado y listo para degustar y paladear ese exquisito cóctel que llamamos Relación de Pareja.

 

 

 

 

Las «Reglas del Juego» (Primera Parte)

 

 

Convivir…

Te he conocido. Me has conocido. Te gusto. Me gustas… Salimos. Estamos bien juntos… Construimos el nido… Y empieza la partida…

Porque es como una partida de ajedrez, pero al más alto nivel.

Aquí no vale con mover fichas y… ¡hala, a lo que salga!… De eso, nada.

Comunicación, complicidad, cariño, confianza, respeto, tolerancia… y pasión (mucha, pero de la buena).

Una buena relación de pareja y una convivencia satisfactoria tienen sus reglas y si no se respetan, entonces no estaremos jugando sobre un tablero, sino sobre un polvorín.

Una pareja está formada por dos personas; cada una de ellas tiene su forma de pensar y de actuar; cada una tiene sus gustos y sus opiniones y no se puede pretender que lo cambien y que lo unifiquen. Esto no es ni recomendable, ni saludable. Entonces, hay que conseguir que ambas «individualidades» puedan encajar bien y caminar de forma paralela.

¿Cómo?… Os voy a hacer algunas sugerencias.

Por empezar de alguna manera y teniendo en cuenta que, en lo que sigue a continuación, el orden de factores no altera el producto (como diría un matemático), habría que clarificar bien los objetivos que tiene cada uno; es decir, qué espera cada uno de la relación y de la convivencia. Pero pensando también en las necesidades y en los deseos del otro. Para esto, hay que desarrollar la sana costumbre de escuchar y de elegir el lugar y el momento oportunos para expresar algo concreto; especialmente si se trata de algo potencialmente conflictivo.

Si hay buena comunicación, no hay malentendidos y las cosas serán más fáciles.

Aquí no vale decir eso de «él ya me conoce», «ella ya sabe lo que pienso yo»… Nadie es adivino. Ninguno sabe leer el pensamiento del otro… Y lo de la telepatía… bueno, todavía hay mucho que investigar al respecto y, hasta donde yo sé, no es algo que se utilice forma cotidiana; por lo tanto… si se habla claro, se entenderá bien.

La rutina diaria es muy complicada y exigente. Vamos deprisa a todas partes; el trabajo nos ocupa muchas horas al día; terminamos agotados y la desgana son invade. Sin embargo, es importante reservar un tiempo para dedicárselo exclusivamente a la pareja, aunque sean treinta minutos al día… o veinte; porque no es cuestión de cantidad, sino de calidad… Y luego, el fin de semana… ¡a tope!…

El afecto y el contacto físico deben ser algo constante y continuado en el tiempo, y no reservarse sólo para la cama.

Es deseable mostrarse espontáneo y relajado en las manifestaciones de los sentimientos y receptivo ante las expresiones de afecto por parte del otro.

Alguien me preguntaba hace poco qué se necesitaba para ser «un buen amante».

Debo reconocer que la preguntita se las trae… Porque ésta, como tantas otras preguntas, tiene demasiadas posibles respuestas.

Seguro que tú también tienes tu propia opinión al respecto; pero yo la desconozco… Y como también desconozco las demás… aquí plasmo la mía:

Un buen amante es aquel que respeta a su pareja y se respeta a sí mismo… Un buen amante dice lo que le gusta y se interesa por lo que le gusta al otro… Un buen amante no insiste en agravios pasados y habla de placeres anticipados… Un buen amante trata a su pareja como una persona y no sólo como un cuerpo… Un buen amante está siempre dispuesto a complacer, complaciéndose a sí mismo… y sobre todo, disfruta con ello.

¿Y qué pasa con el factor Tiempo?

Porque siempre se espera y se desea que una relación de pareja se prolongue en el tiempo…

Vale… pues dame tiempo… y te lo cuento el próximo día.