Vale… Seguimos…
El otro día hablamos del sentimiento de rechazo; de cómo nos sentimos cuando percibimos que alguien nos rechaza.
Hoy vamos a ver qué podemos hacer al respecto.
Tenemos varias opciones, así que las vamos a plantear y comentar.
Una de ellas, que es la que se suele utilizar cuando el rechazo nos pilla con la personalidad «floja» y que intenta a toda costa llamar la atención es la Autolesión. Autolesionarse físicamente y/o desarrollar, por ejemplo, un Trastorno de Alimentación.
Pero te pregunto:… ¿Crees que eso funcionaría? ¿Crees que así te volverían a aceptar?
A mí me parece que no. Con ello lo único que conseguirías sería «dar pena»… aparte de meterte en un montón de problemas… muy graves, por cierto.
Y ya me dirás qué diferencia puede haber entre sentirse rechazado o sentir que «damos pena»… Son dos patas del mismo banco.
Otra opción:… ¿Resignarse?
La resignación es una autolesión, se mire por donde se mire… Porque nos lleva a comernos el coco y a maltratarnos psicológicamente diciendo cosas como… si me hacen esto es porque me lo merezco y si me lo merezco es porque soy mala persona y si soy mala persona no soy digna de estar en este mundo y si no soy digna de estar en este mundo…..
Poned detrás de esos puntos suspensivos lo que queráis… Pero coincidiréis conmigo en que así no se adelanta nada.
¿Entonces qué hacer?
Lo más simple y, por otra parte, lo más lógico: ver por qué ocurre.
Hablar abiertamente con esa persona. En el supuesto, claro, de que esa persona tiene cierta importancia para nosotros, o pertenece a alguno de nuestros círculos cercanos; porque si no es así…
Pero bueno, volviendo a donde estábamos, la cuestión es averiguar qué pasa. Porque, como se suele decir: Hablando se entiende la gente.
Y una vez que sabes el porqué, actúas en consecuencia…
Puede ocurrir, y muchas veces ocurre, que el rechazo se ha debido a una confusión, a un malentendido… Y no hay nada mejor que expresarse en el mismo idioma para aclarar lo que haya ocurrido.
Ahora si, como pasa otras veces, el rechazo se debe a algo muy gordo que hemos hecho o dicho de forma ostensible, pues tenemos dos opciones:
Pedir excusas y retirar, o tratar de paliar en lo posible, lo que hicimos o dijimos… «porque no pensé que pudiera afectarte tanto como para que ya no quieras saber de mí»…
O reafirmarnos en lo que ocurrió, eliminando así de un plumazo ese inicial miedo al rechazo, si estamos convencidos de que hicimos lo que había que hacer, aunque haya tenido las consecuencias que ha tenido…
Porque no hay nada más efectivo para eliminar el miedo, cualquiera que sea, que la convicción de que hay que hacer algo, lo que sea.
Y, en el caso concreto que nos ocupa, si por hacer esto que honradamente creía que tenía que hacer, te he disgustado conmigo y me rechazas… pues mira, lo siento y, si así lo quieres, hasta aquí hemos llegado… Y cada uno por su camino.
Pero, por supuesto, siempre teniendo hacia esa otra persona el mismo respeto que quiero que me tengan a mí.
…. Que, como dijo el otro: «Nobleza obliga».