Archivo por meses: julio 2013

Me da miedo dormir

 

 

¿Y si no me vuelvo a despertar?

¿Y si pasa algo mientras duermo y no me entero?

¿Y si vuelvo a tener otra vez esa pesadilla?

Estas son las preguntas que se suelen hacer las personas que tienen miedo a dormir.

Cada día, todos los días, la llegada del atardecer les causa gran ansiedad, por la inminente aparición de su enemiga, la noche. Y ya cuando ésta se presenta, estas personas, estos insomnes por elección, son víctimas de un temor desorbitado a caer en las garras de su monstruo oscuro.

Claro, tarde o temprano, el sueño vence la batalla y esa persona se duerme. Pero, apenas han salido de una fase de sueño profundo, se vuelven a despertar, víctimas de un estado de gran inquietud y alteración.

Y aunque es cierto que estos microsueños, cortos pero frecuentes, son los que les mantienen a flote, sin embargo no son la solución; porque tienen como consecuencia un trastorno de ansiedad generalizada o de gran agitación, que puede desarrollarse incluso con sintomatología depresiva de cierta importancia.

Este grave problema puede tener su origen en lo siguiente:

Por un lado, tenemos a esa persona que, por haberse visto afectada en múltiples ocasiones por un bombardeo de sueños desagradables o incluso con escenas que le provocaban terror, ha empezado consecuentemente a temer el momento en que debía abandonarse al sueño.

Por otro, está esa otra persona que, de alguna manera, asocia la pérdida de conciencia que el sueño ocasiona, con la propia muerte; negándose así la posibilidad de dormir para seguir siendo consciente de sí mismo y poder seguir teniendo control sobre su vida.

Estos problemas suelen ser difíciles de tratar, porque además de eliminar el miedo que los causa, el cual se complica más debido al carácter inconsciente y, por tanto, incontrolable de los sueños, además de eso, digo, habría que desmantelar la convicción que tiene ese individuo de que dichos sueños le pueden producir un daño real. Y no digo nada ya de la asociación entre sueño y muerte, la cual merecería, de por sí, un estudio completo.

Sin embargo, por complicado que parezca, todo esto tiene solución y hay que poner el necesario empeño en buscarla; porque sin el sueño reparador, nuestro cuerpo se agotaría, nuestro cerebro sucumbiría a la demencia y, después…

Aaahg… Estoy estresado!!

 

No puedo más. No doy abasto. Me sale el trabajo por las orejas…!!

Estoy estresado !!

Pero no se trata sólo de eso.

No es una simple cuestión de sobrecarga laboral, familiar, profesional, o la que sea. Esa sobrecarga sería únicamente el principio de todo… Porque el estrés, en realidad, es un proceso que tiene su inicio en un mecanismo de defensa.

Me explico.

Cuando se prevé o se teme la llegada de un estímulo agresivo o excitante, nuestro cuerpo y nuestra mente se preparan para actuar frente a él, protegiéndose con la armadura del Estrés.

Entonces, como reacción de alarma, como preparación para el enfrentamiento, se convierte en algo útil.

Y si es así, ¿por qué se le identifica exclusivamente con una respuesta negativa que suele ser dañina para el individuo?

La explicación está en la generalización del término. Si tenemos en cuenta sólo la primera parte del proceso, la de la preparación para un posible enfrentamiento, ciertamente se trata de algo positivo. Lo que ocurre es que, en la mayoría de las ocasiones, ese combate deja al individuo demasiado fatigado como para encarar otra batalla de forma inmediata.

Y ese agotamiento, que constituye la segunda fase del proceso general llamado Estrés, es lo que, al tener unos efectos más llamativos y ciertamente negativos, acapara el significado de la palabra. De esta manera, se olvidan las distintas fases del estrés, para ver sólo como Estrés la parte final del mismo. O, como suele decirse, se trata de tomar una parte del todo, como el Todo.

Ahora bien, cuando el agotamiento se hace permanente, cuando se instala en nuestras vidas, alcanza un grado no deseable y se desborda, esto nos descoloca y nos desestabiliza, lo que origina una incapacidad para reaccionar adecuadamente ante las sucesivas situaciones conflictivas.

A partir de aquí, tenemos que esforzarnos mucho más para seguir adelante, lo que nos provoca ansiedad, desgana e, incluso, agresividad como rebelión ante nuestra autopercepción de inutilidad.

La solución más efectiva está en la prevención.

Si desde el principio nos proponemos metas inalcanzables o demasiado difíciles de conseguir, nos iremos desgastando paulatinamente en el proceso, para, al fin, no lograrlo y encima sentirnos fatal.

Pero si nos vamos planteando pequeños objetivos que no conlleven grandes dificultades; si una vez conseguidos, proponemos los siguientes y así sucesivamente, al final llegaremos a la meta sin mucha fatiga y sin costes emocionales.

Lo cual, podéis creerme… es mucho más sano.

 

 

¿Ocuparse o Preocuparse?

 

Nos pasamos la mayor parte de nuestro tiempo preocupándonos por esto, preocupándonos por lo otro…

Pre-ocupándonos… Es decir, ocupándonos de algo previamente a que suceda.

Y esto que, en un principio, puede estar muy bien, por lo que tiene de previsión, sin embargo, en muchas ocasiones no lo planteamos de esta manera.

A ver… La palabra Preocuparse suele tener una connotación negativa. Suele implicar emociones negativas. Cuando decimos que nos preocupamos por algo, estamos sospechando la posibilidad de que ese algo ocurra; pero sospechamos además que va a ser malo, que nos va a fastidiar, que puede tener consecuencias desastrosas.

O sea, estamos adelantando catástrofes… Bueno, quizá esto sea un tanto exagerado; pero sí puede que estemos adelantando conflictos o contratiempos.

¿Y por qué?

¿Es que nos va la marcha?

¿Por qué gastamos una gran parte de nuestro tiempo, de nuestras energías y de nuestra vida en sufrir?

Creo que un poco masoquistas, al menos a nivel emocional, sí que somos.

Creo que, de alguna forma, necesitamos el dolor para sentirnos vivos.

Alguien, unos cuantos, quizá muchos me diréis que, si pensamos en lo malo, y luego resulta que viene algo bueno, nos llevaremos una gran alegría; y que, por otra parte, si lo que llega después es realmente malo, ya estaremos preparados para ello.

Sin embargo yo creo que esto es sufrir dos veces.

Y me parece que la vida es demasiado corta como para no aprovecharla con cosas buenas o, al menos, con una visión más positiva de lo que nos rodea.

Ahora, si tenemos en cuenta el otro significado de la palabra, el de la pre-ocupación, como el hecho de plantear algo antes de que suceda para realizarlo adecuadamente en su momento, eso sí sería positivo; eso no sería ninguna pérdida de tiempo y además, en ocasiones, incluso sería aconsejable hacerlo.

Pero fijaos en un detalle. Si se trata de programar, de plantear, de prever algo, no utilizamos la palabra PREOCUPARSE por ese algo; sino que nos vamos a términos como PREPARARSE u ORGANIZARSE o PLANIFICAR o ELABORAR, etc., etc. Nuestro idioma tiene muchas formas de expresar esa idea.

Entonces, vamos a querernos un poquito más, vamos a ser más amables con nosotros mismos y vamos a dejar de machacarnos con palabras negativas, que nos condicionan hasta llevarnos a desarrollar actitudes negativas y, en última instancia, nos amargan la existencia.