El Miedo, sus Motivos y sus Porqués (1)

 

 

Hoy os voy a hablar del Miedo…

Bueno, hoy y quizá también el próximo día. Depende de cuánto me enrolle… Porque, si ya me vais conociendo, sabréis que empiezo a escribir algo y me voy liando con una facilidad tremenda…

Así que no sé lo que saldrá, ni cuánto me ocupará.

Es decir, sé lo que quiero decir y eso es lo que quiero escribir… pero no sé lo que me extenderé…

En fin… allá vamos…

El Miedo.

«Erase una vez un muchacho que no sabía lo que era el miedo. Por eso le llamaban Juan sin Miedo…» Así empieza el cuento.

Y probablemente, alguna vez hayamos pensado: ¡qué suerte… ojalá yo tampoco conociera el miedo!… Y nos haya dado envidia que alguien pudiera tener esa cualidad tan extraordinaria; mientras que nosotros quedamos paralizados por el pánico, cuando oímos un ruido en una habitación oscura.

Y quizá, también nos hayamos hecho el firme propósito de que, a partir de ese momento, yo tampoco tendré miedo.

Claro que ese propósito, para bien o para mal, sólo se quedaba en eso, en un simple propósito.

Porque lo cierto es que el Miedo es algo tan ligado a la especie animal, en general, y a la humana, en particular, que incluso constituye un elemento imprescindible para la supervivencia… Sólo que sus manifestaciones no suelen ser agradables para nadie.

Todos, absolutamente todos, sabemos sin ninguna duda qué es el Miedo… Y todos, quién más o quién menos, hemos tratado de combatirlo por considerarlo una sensación nefasta, que nos limita, nos hace vulnerables, e incluso nos daña psicológicamente.

Sin embargo, creo que puede ser muy interesante diferenciar entre el Miedo-Protector y el Miedo-Peligroso o Destructivo.

El Miedo, en general, es un complejo sistema de sensaciones negativas, producido como resultado del aprendizaje. Este aprendizaje nos permite anticipar un peligro inminente que asociamos o intuimos una determinada situación.

Esa anticipación, a su vez, hace que nos preparemos y nos protejamos frente a ese peligro, en un intento de evitar el daño que tememos.

Sin embargo, como en casi todas las cosas, el exagerar la nota no sólo no es efectivo, sino que se vuelve contra nosotros y lo que en principio era útil, puede llegar a provocar, por sí mismo, el desastre.

A esto es a lo que me refiero cuando hablo de Miedo Peligroso o Destructivo. Este tipo de miedo no está ocasionado, como sería de esperar, por un aprendizaje, sino que tiene su origen en una vivencia demasiado íntima, y a la vez ilógica, que se manifiesta ante cualquier situación que se sale de lo cotidiano, por inocente que sea.

En alguna ocasión quizá nos hayamos quedado perplejos al oírle a alguien decir «Es que me da miedo», cuando simplemente le hemos preguntado cosas como ¿por qué no sales a dar un paseo?… Y al preguntar ¿pero, por qué…?!!! quizá la respuesta haya sido a misma, «porque sí… porque me da miedo».

El caso es que por mucho que insistamos, no conseguiremos que nos dé otra respuesta ni, lo que es peor, quitarle esa idea.

Es en este momento cuando conviene saber distinguir si ese Miedo es una simple excusa para librarse de hacer algo, o si, yendo más allá, nos estamos enfrentando a los llamados Miedos Irracionales; que se dan cuando una persona experimenta realmente una sensación de terror, con manifestaciones que ocasionan en algunos casos importantes trastornos psicológicos, ante situaciones que no sólo No son amenazantes, sino que, para todos los demás, son absolutamente normales y perfectamente asumibles.

¿Y cómo es posible que algo normal y cotidiano pueda verse como amenazante y peligroso?

Uff!!… Te lo cuento el próximo día.

Porque… ya ves… Profecía cumplida…

Se me acaba el hueco y no he terminado…

Hacia una Personalidad Sana (4)

 

 

Conseguiste ese trabajo que querías… ¿verdad?…

Pero no te llega con lo que ganas…

Son tantas cosas las que quisieras tener!!… Son tantas cosas las que quisieras hacer!!…

Y todas esas Cosas te sirven de aliciente… Porque a pesar del estrés, de la tensión y de la ansiedad que conlleva llegar a conseguirlas… seguimos queriendo más.

Por muchas razones… seguimos queriendo más.

Así que tenemos que dar un salto más en nuestra carrera… Tenemos que posicionarnos para pasar a un escalafón superior… Es necesario conseguir un trabajo mejor… Y a por ello vamos!…

Y si bien, y con un poco de mucho esfuerzo, lo conseguimos… todavía no será suficiente.

Porque si empezamos a pensar que hemos llegado al límite… si perdemos la motivación para seguir adelante, si dejamos de ponernos metas a nosotros mismos, caeremos en la monotonía… en el aburrimiento… en la desidia… en el hasta aquí he llegado… en el derrotismo…

Pero si pensamos que nunca llegaremos a conseguir lo que deseamos, por más que nos esforcemos, nos veremos inmersos en la infravaloración personal. Y la Fatiga Psíquica acumulada hasta ese momento, y que ha permanecido oculta porque no nos la podíamos permitir… empezará a dar muestras de su existencia.

Y así, la asistencia al trabajo se hace cada vez más difícil de sobrellevar; el ánimo decae… aparece el no me importa nada

Sí… Por muy exagerado que parezca todo esto… así somos los Seres Humanos.

Nunca estamos conformes con nada… Y, vale, en principio es bueno superarse. Si no tuviéramos esa capacidad de superación, nuestra especie no habría llegado hasta donde hemos llegado…

Pero somos hombres y mujeres; somos seres de carne y hueso.

Como dijo el gran Quino una vez, en boca de su inimitable Mafalda:… «Hay que ver, desde el arco y las flechas, hasta los modernos misiles teledirigidos, lo mucho que ha cambiado la Humanidad… ¡Y lo poco que han cambiado sus intenciones!!»

Sería bueno… y sobre todo, sería muy saludable… ser conscientes de nosotros mismos…

Ser conscientes de nuestro gran potencial y de nuestras limitaciones… Y en nuestra huida hacia adelante, avanzar cuando podamos avanzar y parar a reponer energías cuando tengamos que hacerlo.

Somos unas máquinas maravillosas… pero necesitamos repostar de vez en cuando; y necesitamos mantenimiento de cuando en vez.

Y no sirve de nada… o de muy poco… el mantenimiento físico, si no prestamos también la debida atención a nuestros circuitos internos.

Nuestro Disco Duro es muy potente… pero también es muy sensible.

Y es muy exigente… pero también es muy agradecido.

Si le cuidamos bien… nos será muy útil.

Si le tenemos en consideración… nos facilitará la vida.

Si le prestamos atención… nuestro bienestar será su prioridad.

El célebre Oráculo de Delfos decía: «Conócete a ti mismo».

… Y ése será nuestro mejor punto de partida.

 

 

 

Hacia una Personalidad Sana (3)

Hacia una Personalidad Sana (3)

 

Venga… Voy a seguir con lo mismo…

Ya planteé el otro día el predominio de la Depresión entre los motivos de Baja Laboral.

Y aunque hay Depresiones para todos los gustos, quería llamar la atención sobre ese tipo en concreto que está producido por las condiciones de vida de una persona y su influencia en su ambiente…

Partamos de lo siguiente: Al llegar a una determinada edad, los seres humanos sentimos la necesidad de vivir por nuestra cuenta… de depender exclusivamente de nosotros mismos…

El problema está en que, en los concurridísimos estratos medio-alto, medio, medio-bajo y bajo de la sociedad, este deseo está mediatizado por un serio condicionante: El Trabajo.

Si no se trabaja, no se puede alcanzar esa deseada Independencia… Pero la necesidad de trabajar ya, de por sí, supone una importante Dependencia.

Las dificultades empiezan en el mismo momento en que se empieza la búsqueda… Porque lo que se pretende es encontrar el trabajo adecuado que permita satisfacer las necesidades o los deseos… Y en esta búsqueda nos encontramos necesariamente con una competencia feroz; donde se ponen a prueba nuestros conocimientos, nuestra valía personal, nuestras aptitudes y nuestras actitudes.

Sin embargo, tal y como está el mercado laboral actual, se puede ofertar un solo puesto de trabajo para muchos aspirantes y, con ello, se presenta el primer gran problema…

Hay que demostrar que se es el mejor para poder conseguirlo… Y esta demostración genera una fuerte tensión psicológica en el individuo; que permanece y aumenta progresivamente hasta que se llega al final del proceso selectivo…

En este punto, se abren dos alternativas que también, aunque desde otras perspectivas, siguen poniendo a prueba nuestra «salud emocional»… Por un lado, y dadas las actuales circunstancias, está el resultado más frecuente: que no se consiga ese trabajo…

Toda la tensión y la fatiga psíquica sufridas durante la fase selectiva se perciben como algo inútil, que no han tenido los resultados esperados.

Si esta persona no mantiene una actitud serena, que le permita sacar el mayor provecho posible de todo ello, de cara a intentarlo otra vez, su personalidad se derrumbará bajo el peso del sentimiento de impotencia o de inutilidad; bajo la conciencia de haber hecho tanto esfuerzo para nada; y se fustigará a sí misma con la idea de que no vale para nada; de que, si el otro pudo, él también debería haber podido; de que quizá no se esforzó lo suficiente… Y cuando alguien le diga que «quizá la próxima vez«… responderá:… «¿Para qué? ¿Es que va a cambiar algo?… yo seguiré siendo el mismo inútil de siempre«…

Y lo que empezó como un deseo de Independencia y de mejorar la vida, termina con un sentimiento de frustración, de culpabilidad, de inseguridad y, en algunos casos, con una depresión que le imposibilitará, hasta que sea tratada convenientemente, para que dirija sus esfuerzos hacia otras metas.

Luego está la otra alternativa; la cual, en este punto inicial, es la más satisfactoria: Se ha superado con éxito el proceso selectivo y se ha conseguido el trabajo.

La incorporación al ambiente laboral puede resultar un tanto complicada; pero, de entrada, todo se da por bueno.

Sin embargo, con el paso del tiempo, se empieza a tener conciencia de que no es oro todo lo que reluce… De que este trabajo, al principio ideal y maravilloso, resulta rutinario y no permite alcanzar el nivel de vida que uno deseaba…

Porque, con la consecución de unas cosas, también queremos otras… Y lo que en aquel momento bastaba para saberse Independiente… ahora no llega para la hipoteca del piso… para comprar ese coche… para las vacaciones… para salir a cenar con la pareja… para el apartamento en la playa…

Qué vida esta!!!…

Hacia una Personalidad Sana (2)

 

 

¿Cómo decidir qué es más importante: la salud física o la salud mental?

¿Cómo puede disfrutarse de una buena salud física, si no se disfruta de una buena salud mental?

Quizá alguna vez hemos escuchado a alguien decir:… «Está tan obsesionado con el corazón que al final le va a dar un infarto!!»

Y estaréis de acuerdo conmigo en que sería más útil para ese «doliente», tratar de superar esa obsesión que le limita su actividad física, en lugar de ir cada dos por tres al Cardiólogo, para que le recete un fármaco que prevenga el infarto.

En la publicación anterior, mencionaba que era la misma sociedad que nos acoge y nos mantiene, la que nos puede dañar e incluso destruir.

Por ejemplo… Esta sociedad nos «obliga» a consumir… Y no porque nos amenace con medios físicos para ello; sino porque el vecino consume… «y yo no voy a ser menos que él«.

Sin embargo, para poder consumir, hay que tener dinero; para tener dinero hay que trabajar más y más… (Hay algunos cuantos, no sé si afortunados, que no lo necesitan, pero bueno)… Para trabajar más, hay que quitar tiempo al descanso… muy necesario… Pero es que, si no hay descanso, la mente se fatiga… Si tenemos fatiga psíquica, no se rinde en el trabajo… Si no se rinde en el trabajo y no se produce, no hay dinero… Y si no hay dinero, no se puede consumir…

Y entonces, esa persona se deprime, porque ha hecho todo lo posible y no le ha servido de nada… O se obsesiona con el fracaso y empieza a verse a sí misma como una inútil…

Este sentimiento de inutilidad genera una inseguridad que le aísla y le deprime más… O se angustia porque el otro sí pudo y él no… Y se pica con ese otro, a ver quién puede más…

Definitivamente… uff!!

¿Y qué me dices del culto al cuerpo y de la preocupación por el aspecto físico?…

Las dietas más severas que, de entrada, parecen efectivas… luego resulta que no tienen los resultados que esperamos… Y probamos otra y otra y otra… Y como esto no sirve y lo otro tampoco… directamente dejamos de comer… Y ya sabes: Anorexia, Bulimia… ¿Sigo?…

La obsesión por ser el mejor desemboca en ansiedad y estrés…

La obsesión por ser el más atractivo, puede llevar a trastornos en la alimentación o a depresiones por la no aceptación de la propia imagen…

El fracaso en cualquier ámbito, en muchas ocasiones, lejos de estimularnos para seguir adelante por medios «sanos y saludables», nos llevan a la inseguridad, a la depresión o a la obsesión…

Y una sobrestimulación para conseguir algo, puede desembocar en insomnio, en desórdenes físicos de todo tipo…

El panorama, desde luego, se las trae…

Pero no pretendo ser agorera… ni catastrofista…

Lo que pretendo es que pensemos sobre ello y busquemos soluciones «sanas»… Porque estamos a tiempo.

Revisaba el otro día una estadística sobre los problemas que motivaban con más frecuencia las bajas laborales y, además de los consabidos procesos gripales o catarrales, llamaba la atención la preponderancia de las Depresiones… Incluyendo en ellas, no sé si como origen o como consecuencia, la Fatiga Psicológica.

Ya he hablado en otras ocasiones de la Depresión… y no me voy a enrollar más con eso…

Al menos, hoy no…

De hecho, es que hoy ya lo voy a dejar aquí…

Porque todavía tengo mucho que decir sobre este tema… Pero prefiero hacerlo en dosis pequeñas… Como deben aplicarse los buenos perfumes…

… O como dice mi madre muchas veces: «Lo poco agrada; lo mucho enfada»…

… O cansa… que es peor.

Hacia una Personalidad Sana (1)

 

 

Uff!!… Menudo tema!!!…

Quizá me extienda demasiado, porque tengo mucho que decir al respecto… Así que no os sorprenda si saco de él para dos… o más… «capítulos»… ¡je!…

Bueno, allá vamos…

Vivimos en una sociedad trepidante, competitiva, estresante… Cierto ¿verdad?

Una sociedad en la que nadie, o muy pocos, quieren ser como son y todos, o la mayoría, quisieran ser como no son… Donde nadie es más que nadie; pero todos nos comportamos como si lo fuéramos o, cuando menos, nos esforzamos en serlo.

Esto genera en el ser humano un estado de continua ansiedad; de constante preocupación. Esto ocasiona, en definitiva, una alteración en nuestro estrato psicológico; lo cual tiene como resultado lo que podemos denominar como «los males de nuestra sociedad«, o en su versión más extremista, «las enfermedades de nuestra sociedad«.

Cuántas personas aquejadas por problemas tan frecuentes como dermatitis, úlceras, taquicardias, dolores de diversa procedencia y entidad, insomnio, etc., acuden a las consultas médicas en busca de un remedio farmacológico adecuado, que les ayude a superar su dolencia… Y cuántos oyen atónitos cómo el propio médico les dice que ese problema tiene una base psicológica y, por tanto, lo que realmente necesitan es una Psicoterapia, y no el consumo de determinado fármaco.

Ya en otro escrito anterior… (Ver «Por qué curan los curanderos«)… aludí a la increíble capacidad de nuestro cerebro para que, en determinados casos, se produzca una curación fuera de toda explicación lógica…

Pues bien, de la misma manera, es el cerebro o la mente de una persona, lo que nos puede llevar a desarrollar determinada sintomatología física, por el mero hecho de obsesionarnos con la idea de que «tal vez llegue a padecerlo«… O como una forma inconsciente de llamar la atención del propio individuo, previniéndole contra algo que le está haciendo daño a nivel psicológico.

Son muchas las enfermedades, disfunciones o trastornos físicos que podrían ser tratados exitosamente si, en lugar de fijarnos en el síntoma que presentamos, nos fijáramos y centráramos nuestros esfuerzos en combatir la obsesión, la depresión o la ansiedad, entre otras cosas… que son las que realmente, aunque en ocasiones muy solapadamente, están en el origen de ese problema que complica nuestra salud.

Una depresión, por ejemplo…

Cuántos hombres y mujeres se han visto obligados a pedir una baja laboral… porque no se encontraban bien… porque estaban experimentando una serie indefinida de dolencias que no sabrían detallar, pero que les provocaba un malestar continuo… y un no poder levantar cabeza.

Y en estos casos, no pongo yo en duda que esté bien prescribir un psicofármaco o un medicamento adecuado que anime al paciente… En muchos casos, en muchos, estos fármacos constituyen una gran ayuda y no pretendo, de ninguna manera, repudiar su uso…

Pero… me pregunto yo y os pregunto a vosotros… ¿no sería más acertado, quizá, en vez de centrar los esfuerzos en combatir el síntoma, descubrir qué es lo que produce esa depresión y actuar directamente sobre ello?

Si ese síntoma aparece es porque algo lo está originando…

Eliminando el síntoma… o tapándolo, como ocurre en la mayoría de los casos… se puede conseguir una mejoría… transitoria.

Pero mientras no se actúe de lleno sobre lo que lo provoca; mientras permanezcan en esa persona las preocupaciones o sufrimientos que generan esa depresión… lo que hoy ha desaparecido con la farmacología, dentro de un cierto tiempo, tal vez no demasiado largo, volverá a aparecer y quizá, incluso, con mayor virulencia.

Decidme, salvando las distancias claro, de qué sirve bajar la fiebre de un enfermo, si no se elimina la infección que la produce.

Bueno…

Pues seguiré con esto el próximo día…

Aquí os espero.

Un Cambio Difícil

 

 

Todos los cambios son difíciles, pero éste que os comento hoy… Uff!!…

Es probable que muchos padres os hayáis tenido que enfrentar u os estéis enfrentando a una situación que os resulta un tanto complicada. La preadolescencia de vuestro hijo.

De pronto y sin avisar, ese niño juguetón, afectuoso, chinche, que tan pronto se peleaba «a sangre» con sus hermanos como les defendía «a morir», de pronto, digo, se ha vuelto introvertido, taciturno, arisco, todo le molesta y da portazos cada dos por tres.

De pronto y sin avisar, ese niño está dejando de ser un niño… pero tampoco es mayor. O sea, ni él mismo sabe lo que es y eso es muy difícil de asumir… Papá y mamá le seguís viendo como vuestro niño; pero él ya no se ve así e, incluso, puede «avergonzarse» de vuestras muestras de afecto o de vuestra protección.

Y cuando le preguntas qué te pasa, se calla o dice que no le pasa nada. Y es cierto… o casi… Porque él no sabe qué le pasa; porque no se comprende a sí mismo… ¿Y cómo podría explicar eso? ¿Quién lo iba a entender?

No hay palabras para definirlo y entonces, pasan a los actos… Y algunos hablan con su rebeldía… y otros hablan con su distanciamiento…

El problema es que ese «idioma personal» es muy difícil de traducir.

Luego, encima, si no tiene suficiente con lo que tiene en casa, lo de fuera ya es para desesperarse…

Todos los días tiene que enfrentarse al colegio y a sus «bestias negras»: los compañeros. En esos momentos es cuando empiezan a formarse las «pandillas» o las «pandas», y eso conlleva una lucha, percibida por el chaval como «sangrienta», para ver quiénes ocupan los puestos clave dentro de las mismas.

La tensión que vive el preadolescente, a todos los niveles, es enorme y lo peor es que no encuentra un lugar adecuado donde poder desahogarse. Porque, recapitulemos, en el colegio tiene que pelear con sus estudios y con sus compañeros. Y en casa, por muy accesibles y comprensivos que sean sus padres, tiene que luchar también para defender sus nuevas necesidades y buscar su sitio o el que él considera que merece.

Y no digamos nada si hay hermanos… Los mayores ven en él al «mocoso ese», que es un «tocapelotas» y que sólo quiere llamar la atención… Y los pequeños ven a un «extraterrestre» que de repente ya no quiere jugar y que se enfada y se pone «verde» como el monstruo que les va a comer de un bocado.

¿A quién le resulta fácil afrontar todo esto?

Pues, papá y mamá, ha llegado la hora de que os pongáis las pilas… Y podéis empezar, por ejemplo, con su ropa. En vez de comprar vosotros lo que queréis, invitadle a ir de compras para que él elija lo que quiera… Sea la que sea. Y esto es muy importante. Aunque sea un envoltorio de plástico… Y sin decir ni «mu»… «¿Te gusta eso? Vale, pues quédatelo»… Hay que tener en cuenta que necesitan dar a su persona una determinada imagen y es él quien tiene que experimentar y probar hasta dar con lo que quiere.

Podéis sugerirle también que es hora de hacer cambios en su habitación y que vaya pensando cómo quiere decorarla… Pero no como un favor especial, sino con la mayor naturalidad del mundo y porque es necesario… «Esto ya está un poco roto»; «la cama se te está quedando pequeña»; «necesitas una mesa y una silla para estudiar»; «quizá necesites algunas cosas más, para que puedas traer a tus amigos a casa»…

Todo esto le permitirá que vaya siendo consciente de su nuevo papel en vuestras vidas, de sus nuevas responsabilidades y de sus nuevos derechos. Además, si desde ahora se acostumbra a tomar sus propias decisiones, a medida que sea mayor y se le vayan presentando nuevos retos, sabrá afrontarlos con mucha más seguridad, sin depender para ello de los que le rodean.

Y después de todo esto, tal vez estés pensando que me he dedicado únicamente a tratar el problema de los «chicos»….

Bueno… puedo decirte que, en el caso de las niñas, ocurre algo similar, por supuesto… Lo que pasa que las «rarezas» tienen otro color…

Los retos son los mismos y la forma de hacerles frente es muy similar… La diferencia es que la «princesita» ya no se preocupa de sus muñecas, sino que está más interesada en el «secreto» que ha compartido con su «mejor-amiga-del-alma-más-íntima-para-toda-la-vida» que la ha durado sólo un día y que la ha traicionado con la «tonta-esa-que-me-tiene-tanta-envidia-y-que-quiere-acaparar-a-todos-los-chicos-del-colegio-la-muy-petarda-qué-se-habrán-creído-esas-dos-se-van-a-enterar».

Como dije al principio… Uff!!…

Ánimo papás!!…

Tú en Tu Mejor Papel

 

 

Desde el mismo instante de nuestro nacimiento se nos asigna un «papel».

Iniciamos nuestra andadura en el Gran Teatro de la Vida y no venimos como Espectadores, desde luego… Pero es que tampoco venimos como Directores…

Somos Actores… Y tenemos que empezar a Actuar…

Hemos caído en un determinado «Acto»… El escenario ya está montado: La casa, el barrio, la ciudad… Y sobre el escenario hay ya algunos personajes que están interpretando sus respectivos papeles: padres, hermanos, familia en general, grupo social, sociedad…

O sea que ya, de entrada, tenemos que asumir el papel de: hijo, hermano, sobrino, nieto… Y nuestra «obligación» es desarrollar bien ese papel; con una ejecución perfecta, en todos sus matices… Porque si no, el Conjunto de los actores, como Gran Director de la obra, nos lo recriminará y nos «obligará» a volver al papel asignado.

Más adelante, a medida que la «obra teatral» avanza, se nos irán asignando otros papeles; algunos incluso los podremos elegir. Pero siempre tendremos que seguir interpretando el «papel» de turno: madre, padre, tío, profesional, empleado, voluntario, artista, jefe…

Y si no lo interpretamos de la forma que está prevista, entonces ya es que somos «extravagantes», o somos «rompedores», o somos «asociales», o somos «genios»; pero en cualquier caso, se nos mirará con suspicacia, con recelo, o con reservas… ¿Por dónde saldrá éste ahora?… ¿Qué se le ocurrirá después?…

Esto tiene dos posibles consecuencias: O se nos deja por imposibles, si nuestras «ocurrencias», si nuestra «interpretación» tiene su «puntito» positivo; o se nos repudia y se nos castiga, si los efectos de nuestra «actuación» no son los «convenientes».

Vale… Pues una cosa es que procuremos desarrollar bien el papel que de alguna forma se nos asigna, más que nada porque no tenemos más remedio que hacerlo así… y otra cosa muy diferente es que, para interpretar ese papel, tengamos que dejar de ser nosotros mismos y que eso nos genere problemas psicológicos y emocionales…

Porque, en ese caso, las cosas ya no van por donde tendrían que ir…

Si lo pensamos un poco, siempre… siempre… siempre que entramos en contacto con otra persona, cualquiera que sea, aunque sea muy cercana a nosotros, ya estamos representando un papel.

Sólo somos nosotros mismos cuando estamos a solas con nosotros mismos… Sólo en esos momentos es cuando no tenemos la necesidad, ni la obligación, de interpretar ningún «papel»…

Ahora bien, puestos a «actuar»… de cómo sea nuestra interpretación y de cómo creamos que tiene que ser dependerá que nos sintamos bien o mal.

Si tu actuación va en la línea de lo que te gusta hacer y de lo que quieres representar, entonces todo va bien…

No obstante, si hay un conflicto entre cómo interpretas tu papel, cómo crees que tienes que interpretarlo y cómo te gustaría hacerlo en realidad, te sentirás mal.

Y a continuación aparecerán los sentimientos de culpabilidad, la inseguridad… y una serie de trastornos emocionales que darán al traste con nuestra estabilidad.

La cuestión es que, en muchas ocasiones, no nos atrevemos a ser como somos… No nos atrevemos a decir lo que queremos decir… No nos atrevemos a «improvisar»… Ni siquiera nos atrevemos a pensar como queremos pensar.

Evidentemente, nuestra libertad tiene un límite… y ese límite todos sabemos dónde está. Aquí nadie tenemos «patente de corso», «ni podemos hacer de nuestra capa un sayo»… Pero hasta llegar ahí hay mucho recorrido…

No se trata de entrar en conflicto con los demás…

Pero, desde luego, lo que hay que evitar a toda costa es entrar en conflicto con nosotros mismos.

Sabemos, porque se han encargado muy bien de que lo aprendamos, cuál es nuestro papel en esta sociedad que nos acoge… y hay que interpretarlo. Sí.

Conocemos bien a nuestro «personaje»… Pero conocemos mucho mejor a nuestra «persona»… Y estaría bien dejar que salga y que se manifieste; que se «interprete» a sí misma, en esto que he llamado el Gran Teatro de la Vida.

Sin duda, este es nuestro mejor «papel»…

… Y esta sería nuestra mejor actuación…

 

¿Por qué «curan» los Curanderos? (Segunda Parte)

 

 

Pues sigo…

Cuando algo nos parece difícil de explicar, tanto física como psicológicamente, decimos que es un fenómeno parapsicológico… Es decir, que va más allá de los límites psíquicos conocidos por el hombre…

Aunque, en realidad, Todo Se Queda En Casa… porque todo se concentra en nuestro cerebro y nuestro cerebro es parte integrante de nosotros mismos.

Cuando alguien se autosugestiona lo suficiente como para ir más allá de lo fácilmente explicable, lo que está haciendo realmente es poner en marcha otra mínima parte de ese noventa por ciento restante.

Nuestra mente se concentra de tal forma en ese objetivo tan concreto que, sin que sepamos cómo lo hace, empieza a activar los mecanismos adecuados que producen, sucesivamente, la energía o el impulso eléctrico, necesarios para actuar físicamente (o químicamente) sobre la zona afectada.

Una vez conseguida la puesta en marcha de este proceso, Absolutamente Natural, la consecuencia no se hace esperar… aunque califiquemos como Sobrenatural la curación obtenida.

Aparte de esas personas que conocen las plantas y sus efectos lo suficientemente como para saber mezclarlas y aplicarlas de forma adecuada…

… O de aquellas otras que saben efectuar determinados masajes en algunas zonas del cuerpo, que son muy beneficiosos para los problemas musculares…

… O de los que desarrollan técnicas milenarias muy efectivas, como la Acupuntura…

… Aparte, pues, de todos ellos, los Sanadores lo único que hacen, aunque con resultados espectaculares, es Sugestionar a sus pacientes para que estos mismos desarrollen sus propias capacidades mentales; las cuales, exclusivamente, serán las que les lleven a esa deseada Curación.

Y por eso precisamente, porque esta curación es tan Deseada, estos enfermos son más fácilmente sugestionables por los Intermediarios entre ellos mismos y su propia capacidad mental.

Del mismo modo que, por ejemplo, un niño necesita el estímulo de otra persona para desarrollar su capacidad lingüística, el afectado por una dolencia Cree Necesitar a ese Sanador… Aunque éste lo único que hace es Estimularle, Incitarle, Provocarle el clima y el estado emocional adecuados… para que explote su propia capacidad mental.

En ambos casos, en el del niño y en el del enfermo, sin embargo, y salvando las debidas distancias, la facultad, la capacidad necesaria para alcanzar semejante proeza, está ya en ellos mismos… Es Suya… No se la da nadie, ni se la pone nadie.

Somos lo que realmente queremos ser.

Alcanzamos lo que verdaderamente queremos alcanzar.

Nuestro gran problema es la Duda. Porque nos hace tropezar…

En el momento en que se nos cuela un mínimo «pero es que», un sutil «y si», o un tenue «no sé si»… ¡a la porra!

Se acabó lo que se daba… Y a volver a empezar.

El ser humano es Maravilloso… porque constituye una maravilla y sabe hacer maravillas.

El ser humano es Poderoso… porque puede… y puede poder.

Que nadie se apropie de nuestras capacidades (Aunque todos tenemos que vivir y tenemos derecho a hacerlo como mejor podamos)…

Que nadie nos quite nuestros Poderes…

… Y mucho menos, nosotros mismos.

¿Por qué «curan» los Curanderos? (Primera Parte)

 

 

Probablemente todos, en alguna ocasión, hayamos oído a alguien decir que Fulanito sufría tal dolencia y que había visitado a muchos médicos, pero ninguno le solucionaba nada… Y un día, harto ya de consultas, de pruebas, de análisis y te intervenciones varias, se había puesto en manos de un Curandero y, al poco tiempo, ya no presentaba esa dolencia.

Hay quien dice, incluso, que en una visita posterior al médico, éste no se explicaba cómo se había producido tal mejoría… ¿Cómo puede ser????

Tenemos dentro de nuestro cráneo una masa celular que constituye la estructura más compleja que existe y, a pesar de los numerosísimos estudios de que ha sido objeto, a estas alturas de nuestra evolución sólo ha sido posible conocer de forma parcial tanto su desarrollo como su organización.

Pero sobre todo, lo que resulta más difícil de entender… y mira que se ha intentado… es su inusitado y variado funcionamiento.

Hablamos del Cerebro como el órgano central de las percepciones sensoriales, del pensamiento y de todos los contenidos de la conciencia. Y no voy a extenderme en este asunto porque, además de vasto y complejísimo, se merecería sin duda otro tipo de publicación…

… Y otro tipo de escritor, claro, porque mis conocimientos al respecto son… bastante limitados.

Sin embargo, quiero llamar tu atención sobre una de sus funciones principales: la Percepción Sensorial… Y metiéndonos en más profundidades, sobre la Sugestión, o el dominio sobre la voluntad de una persona para llevarla a actuar de una determinada manera… o, ya puestos, la Autosugestión, o dominio de la propia voluntad.

En una entrada anterior, hablábamos de cómo una persona se puede provocar enfermedades o dolencias (las enfermedades psicosomáticas), en respuesta a un determinado trastorno emocional.

Pero también, y esto es lo más sorprendente, se puede Curar de una enfermedad gracias a su FE en el Proceso Curativo.

Nuestro cerebro, tan desconocido como desaprovechado, puede llegar a desarrollar tales capacidades que asusta sólo pensar en ello.

Dicen los que saben de esto que una persona sólo consigue desarrollar alrededor de un diez por ciento de su capacidad cerebral.

Se me ponen los pelos de punta al pensar hasta dónde podríamos llegar si lográramos utilizar su Cien por Cien.

Y ya que de Poderes hablamos, vamos a centrarnos un poco en el tema que planteo hoy…

¿Por qué curan estas personas que no emplean ni medicinas, ni hierbas, ni técnicas terapéuticas o quirúrgicas?… ¿Es posible que, sometiéndose a una sesión de rezos y plegarias, se consiga más que con la operación más compleja en el quirófano mejor dotado del mundo?

Increíble ¿verdad?… Pues ocurre.

Si les preguntamos por sus Dones a estos curanderos o sanadores, la mayoría nos dicen que ese poder les viene de Arriba, que es cuestión de Fe.

Y ahí es precisamente donde está el quid de la cuestión: en esa FE que, según las Sagradas Escrituras, «mueve montañas».

Porque estos Sanadores o Curanderos lo que tienen, en realidad, es una habilidad asombrosa para sugestionar a sus pacientes… Y una vez conseguido el estado emocional o psicológico necesario, lo demás es obra del cerebro del propio enfermo…

Por supuesto, hay que saber crear ese estado… Que no es nada fácil, por cierto; y requiere de mucha habilidad y destreza…

Y ahí está su mérito… Ese es su auténtico Poder

Pero todavía os tengo que contar más cosas… el próximo día.

El Chantaje Emocional

 

 

Lo hacemos y lo padecemos… (Ya sabes: Donde las dan, las toman).

Cuando lo hacemos, es porque consideramos que alguien tiene una deuda con nosotros… Una «deuda de amor».

Cuando lo padecemos es porque creemos que estamos en deuda.

¿Pero dónde queda nuestra libertad?

¿Dónde dejamos lo que queremos?

En el momento en que somos conscientes de que nos están chantajeando a nivel emocional, en ese mismo instante, surge la autojustificación. No es que me deje chantajear porque soy tonto, o porque soy débil, o porque no tengo personalidad. Lo que pasa que si, cuando yo los necesité, ellos me ayudaron y me hicieron sentir bien ¿por qué no hacerlo yo ahora con ellos?

Sin embargo, esa autojustificación es, como decía antes, el reconocimiento de una «deuda» que no debería ser tal.

Cuando alguien hace algo por otra persona (a no ser que sea chantajeado, claro está) lo hace porque quiere. Y si alguien hace algo porque quiere, no espera, o no debería esperar, que se lo paguen. Los regalos son regalos; no son «ventas».

Si yo te vendo algo y tú lo compras, tú me lo pagas. Si yo te regalo algo y tú lo aceptas, tú lo disfrutas y yo disfruto de que lo disfrutes. Así tendría que ser… Pero la mayoría de las veces no lo es… Y esperan que les «devolvamos» el favor, o esperamos que «salden» su deuda.

Vale; pero ahora vamos a dejar a un lado el papel de chantajistas y vamos a ponernos en el papel de «víctimas»… ¿Qué podemos hacer para no seguir siéndolo?

Para defendernos de ese chantaje, lo primero que tenemos que hacer es aprender a distinguirlo y si lo pensamos un poco, se distingue bastante bien. Porque todos sabemos cuándo hay una necesidad «real» de algo y cuándo no la hay.

Se nota perfectamente cuándo alguien no puede hacer algo por sí mismo, o «necesita» algo. No dispone de ello; no puede conseguirlo por sus propios medios, por más que se esfuerce; no tiene la capacidad que se requiere para alcanzarlo. Y cuando nos pide que le ayudemos, o que se lo demos, o que lo hagamos, es porque lo ha intentado sin éxito… y nada.

Sin embargo, cuando puede hacerlo, cuando dispone de los medios y de la capacidad necesaria para lograrlo, pero no lo quiere hacer porque es muy cómodo que lo haga otro, o no lo intenta siquiera, o se hace el «desvalido» porque a todos nos gusta que nos mimen… y encima nos dice… «yo lo haría por ti»… «si tanto me quieres, entonces…», «es que yo no me merezco que tú ahora…»

Eso es CHANTAJE EMOCIONAL.

Y una vez identificado, lo siguiente es DECIR NO… «Te quiero mucho, pero NO VOY A HACER ESTO»… «Sé que me quieres, pero NO VOY A…»

Esta negativa, por supuesto, tiene consecuencias.

Porque decir NO, nos hace sentir incómodos… Que es precisamente lo que el chantajista quiere.

Porque decir NO, puede conllevar que el chantajista se enfade o se muestre dolido; lo que nos hace sentir mal… Que es precisamente lo que él quiere.

Porque decir NO, puede suponer meterse en una bronca o en una pelea dialéctica… (Pasar a las manos ya sería perder los papeles por completo).

¿Pero qué es mejor, UNA incomodidad, UN enfado, UNA bronca… que se pasa y se acabó… o seguir siendo la VÍCTIMA ETERNA del CHANTAJE CONTINUO?

Si el Chantajista Emocional comprueba que no cedes, aún a riesgo de esas «consecuencias», entenderá que no eres «su víctima» y te dejará en paz. Si observa que «te rindes»… te manejará siempre a su gusto y capricho.

Eres una persona libre. Puedes decir No, si quieres decir No.

Puedes ESTAR para los demás… pero sobre todo, TIENES QUE ESTAR PARA TI.

Pero que conste… No hablo de egoísmo… Hablo de que Inteligencia Emocional y de Sentido Común…

… Y adelanto… y «amenazo»… Seguiré hablando de ello.

Disfruta de tu LIBERTAD.