Aaahg… Estoy estresado!!

 

No puedo más. No doy abasto. Me sale el trabajo por las orejas…!!

Estoy estresado !!

Pero no se trata sólo de eso.

No es una simple cuestión de sobrecarga laboral, familiar, profesional, o la que sea. Esa sobrecarga sería únicamente el principio de todo… Porque el estrés, en realidad, es un proceso que tiene su inicio en un mecanismo de defensa.

Me explico.

Cuando se prevé o se teme la llegada de un estímulo agresivo o excitante, nuestro cuerpo y nuestra mente se preparan para actuar frente a él, protegiéndose con la armadura del Estrés.

Entonces, como reacción de alarma, como preparación para el enfrentamiento, se convierte en algo útil.

Y si es así, ¿por qué se le identifica exclusivamente con una respuesta negativa que suele ser dañina para el individuo?

La explicación está en la generalización del término. Si tenemos en cuenta sólo la primera parte del proceso, la de la preparación para un posible enfrentamiento, ciertamente se trata de algo positivo. Lo que ocurre es que, en la mayoría de las ocasiones, ese combate deja al individuo demasiado fatigado como para encarar otra batalla de forma inmediata.

Y ese agotamiento, que constituye la segunda fase del proceso general llamado Estrés, es lo que, al tener unos efectos más llamativos y ciertamente negativos, acapara el significado de la palabra. De esta manera, se olvidan las distintas fases del estrés, para ver sólo como Estrés la parte final del mismo. O, como suele decirse, se trata de tomar una parte del todo, como el Todo.

Ahora bien, cuando el agotamiento se hace permanente, cuando se instala en nuestras vidas, alcanza un grado no deseable y se desborda, esto nos descoloca y nos desestabiliza, lo que origina una incapacidad para reaccionar adecuadamente ante las sucesivas situaciones conflictivas.

A partir de aquí, tenemos que esforzarnos mucho más para seguir adelante, lo que nos provoca ansiedad, desgana e, incluso, agresividad como rebelión ante nuestra autopercepción de inutilidad.

La solución más efectiva está en la prevención.

Si desde el principio nos proponemos metas inalcanzables o demasiado difíciles de conseguir, nos iremos desgastando paulatinamente en el proceso, para, al fin, no lograrlo y encima sentirnos fatal.

Pero si nos vamos planteando pequeños objetivos que no conlleven grandes dificultades; si una vez conseguidos, proponemos los siguientes y así sucesivamente, al final llegaremos a la meta sin mucha fatiga y sin costes emocionales.

Lo cual, podéis creerme… es mucho más sano.

 

 

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