¿Te has burlado alguna vez de los miedos de alguien?…
¿Has hecho en algún momento un comentario jocoso o los has tachado directamente de ridículos?
Creo que sí… Como yo… Como todos los que no tenemos ese Miedo concreto que nos están describiendo…
… Aunque tengamos otros.
Alguien, por ejemplo, quizá nos haya confesado alguna vez que le da Miedo que le llamen gordo. Y puede ser que nos hayamos reído, o sonreído, diciendo… ¡Anda, anda, no digas tonterías!!…
Sin embargo, todos somos conscientes del alarmante número de casos de Anorexia que se detectan entre la población joven… Esto es motivo suficiente para que se le dé a ese miedo la importancia que se merece.
A ver… Que tampoco quiero ponerme yo aquí demasiado tremendista o catastrofista… Pero lo cierto es que la inmensa mayoría de este tipo de trastornos han comenzado de forma imperceptible por ese miedo al qué dirán… que fue degenerando en ese otro miedo a «cómo me veo» y, casi sin saber cómo… en una percepción absolutamente distorsionada de la imagen corporal.
Esto mismo, salvando las distancias y cada uno con sus características particulares, podemos observarlo en cualquiera de Esos Otros Miedos que nos parecen incomprensibles… pero que, sin embargo, influyen de forma tan negativa en el desarrollo de la personalidad.
Vale… Y llegado a este punto… ¿qué se puede hacer?… ¿Cómo nos podemos enfrentar a estas situaciones?
En primer lugar, ante la confesión de un Miedo a… lo que sea… tenemos que observar cómo vive la persona en cuestión ese lo que sea… o cómo Lo Sufre, que para el caso es lo mismo.
También habrá que observar, en la medida de lo posible, lo lógico o lo ilógico de tal miedo; porque si podemos establecer el origen del mismo, quizá podamos actuar directamente sobre ello.
Por otra parte, si la persona afectada es capaz de enfrentarse a sus monstruos, aunque lo pase mal, eso puede indicarnos que sus mecanismos de defensa están intactos o, al menos, siguen ahí… y que sabe cómo desplegarlos y utilizarlos… Aunque lo pase mal.
Pero si se produce la huida…
Siempre y cuando, claro está, el peligro no sea «real», en cuyo caso la huida estaría más que justificada… y ya sabes ¡tonto el último!!!…
A ver, que me lío… Céntrate Ana.
Si se produce la huida, digo, tendríamos que empezar a cuestionarnos por qué fallan las defensas.
Puede ocurrir que la ansiedad que le produce esa situación le esté desequilibrando emocionalmente lo suficiente como para disminuir o anular su capacidad de respuesta….
Y, si esto es así, ha llegado la hora de acudir al psicólogo… Sin pensarlo dos veces… Porque si el problema se «solidifica»… costará mucho más solucionarlo.
En todo caso, tenemos que ser conscientes de que el Miedo, sean cuales sean sus orígenes, sus porqués, sus manifestaciones y sus particularidades, produce ciertamente una sintomatología real…
Y el sufrimiento que conlleva es ya, de por sí, motivo suficiente como para concederle lo que llamamos Importancia.
Juan Sin Miedo no existe… No sería ni sano ni saludable.
Pero tampoco es ni sano, ni saludable, que exista Don Juan De Todos Los Miedos.