Las «Reglas del Juego» (Primera Parte)

 

 

Convivir…

Te he conocido. Me has conocido. Te gusto. Me gustas… Salimos. Estamos bien juntos… Construimos el nido… Y empieza la partida…

Porque es como una partida de ajedrez, pero al más alto nivel.

Aquí no vale con mover fichas y… ¡hala, a lo que salga!… De eso, nada.

Comunicación, complicidad, cariño, confianza, respeto, tolerancia… y pasión (mucha, pero de la buena).

Una buena relación de pareja y una convivencia satisfactoria tienen sus reglas y si no se respetan, entonces no estaremos jugando sobre un tablero, sino sobre un polvorín.

Una pareja está formada por dos personas; cada una de ellas tiene su forma de pensar y de actuar; cada una tiene sus gustos y sus opiniones y no se puede pretender que lo cambien y que lo unifiquen. Esto no es ni recomendable, ni saludable. Entonces, hay que conseguir que ambas «individualidades» puedan encajar bien y caminar de forma paralela.

¿Cómo?… Os voy a hacer algunas sugerencias.

Por empezar de alguna manera y teniendo en cuenta que, en lo que sigue a continuación, el orden de factores no altera el producto (como diría un matemático), habría que clarificar bien los objetivos que tiene cada uno; es decir, qué espera cada uno de la relación y de la convivencia. Pero pensando también en las necesidades y en los deseos del otro. Para esto, hay que desarrollar la sana costumbre de escuchar y de elegir el lugar y el momento oportunos para expresar algo concreto; especialmente si se trata de algo potencialmente conflictivo.

Si hay buena comunicación, no hay malentendidos y las cosas serán más fáciles.

Aquí no vale decir eso de «él ya me conoce», «ella ya sabe lo que pienso yo»… Nadie es adivino. Ninguno sabe leer el pensamiento del otro… Y lo de la telepatía… bueno, todavía hay mucho que investigar al respecto y, hasta donde yo sé, no es algo que se utilice forma cotidiana; por lo tanto… si se habla claro, se entenderá bien.

La rutina diaria es muy complicada y exigente. Vamos deprisa a todas partes; el trabajo nos ocupa muchas horas al día; terminamos agotados y la desgana son invade. Sin embargo, es importante reservar un tiempo para dedicárselo exclusivamente a la pareja, aunque sean treinta minutos al día… o veinte; porque no es cuestión de cantidad, sino de calidad… Y luego, el fin de semana… ¡a tope!…

El afecto y el contacto físico deben ser algo constante y continuado en el tiempo, y no reservarse sólo para la cama.

Es deseable mostrarse espontáneo y relajado en las manifestaciones de los sentimientos y receptivo ante las expresiones de afecto por parte del otro.

Alguien me preguntaba hace poco qué se necesitaba para ser «un buen amante».

Debo reconocer que la preguntita se las trae… Porque ésta, como tantas otras preguntas, tiene demasiadas posibles respuestas.

Seguro que tú también tienes tu propia opinión al respecto; pero yo la desconozco… Y como también desconozco las demás… aquí plasmo la mía:

Un buen amante es aquel que respeta a su pareja y se respeta a sí mismo… Un buen amante dice lo que le gusta y se interesa por lo que le gusta al otro… Un buen amante no insiste en agravios pasados y habla de placeres anticipados… Un buen amante trata a su pareja como una persona y no sólo como un cuerpo… Un buen amante está siempre dispuesto a complacer, complaciéndose a sí mismo… y sobre todo, disfruta con ello.

¿Y qué pasa con el factor Tiempo?

Porque siempre se espera y se desea que una relación de pareja se prolongue en el tiempo…

Vale… pues dame tiempo… y te lo cuento el próximo día.

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