La eterna pregunta…
Cada vez que tomamos una decisión, cada vez que optamos por algo, nos surge la duda… ¿Y si hubiera hecho lo otro? ¿Y si hubiera elegido lo otro?
Y, de pronto, empezamos a no estar convencidos de la elección hecha. Empezamos a dudar de haber optado por lo mejor. Lo que, inevitablemente, nos hace ver muchas más cosas positivas en lo que hemos descartado, frente al montón de aspectos negativos que descubrimos en lo que hemos elegido.
Pero es que, además, suele ocurrir que, antes de haber llegado a esa decisión, hemos pasado mucho tiempo analizando las alternativas… o nos hemos preparado a fondo para ello… o nos ha costado un esfuerzo enorme dar el paso… o hemos invertido muchas energías, tanto personales como económicas, para conseguirlo.
Y, vale, nos decidimos, damos el paso, emprendemos un nuevo camino… ¿Y?…
¿Qué pasa?… ¿Resulta que ahora ya no es lo mejor?… ¿Y qué hubiera pasado si…?
El hecho de decidir, cuando se trata de una decisión importante para nuestra vida, suele conllevar una gran tensión emocional… Y esa tensión después nos pasa factura.
Esa «factura» hay que pagarla, claro, y la «moneda» que nos exige es, por supuesto, emocional. Entonces, tenemos que abonar «euros» en forma de «dudas»; «dólares» en forma de «ansiedad»; «libras» en forma de «depresiones»… etc., etc., etc… Y nuestra «cuenta corriente» psicológica parece que se queda en números rojos… Lo que nos hace temer la «bancarrota emocional».
A esto hay que añadir los comentarios de los que nos rodean, claro. Porque nadie pensamos igual que los demás y cada uno opinamos diferente sobre lo mismo.
Entonces, si a la sensación de «bancarrota» personal, le sumamos una gran lista de «acreedores», que reclaman «su parte», haciendo comentarios como: «déjame que te diga…», «yo hubiera hecho…», «es que no tuviste en cuenta…»
¡Uff!… ¡La ruina!…
¿Y qué podemos hacer?
Recuperar la confianza.
Siguiendo con el símil económico… los mercados de valores retornan al alza y se presentan en positivo cuando «recuperan la confianza»…
Pues es lo mismo… pero de forma diferente.
Has elegido algo; te has embarcado en una nueva aventura… ¿Por qué lo hiciste?… ¡Porque te gustaba!… ¡Porque querías!… ¡Porque era lo mejor!…
¡Y sigue siéndolo!… Te sigue gustando. Lo sigues queriendo. Sigue siendo lo mejor… para ti.
¿Alguien te lo ha criticado? ¿Alguien te ha dicho que hay otras cosas mejores? ¿Alguien se ha burlado de tu decisión?
Vale. Puede ser… Pero te lo dice desde «su perspectiva»… Y lo que a ti te importa es la tuya; porque es con la que vives.
Y, desde Tu Punto de Vista, eso era lo que querías.
Fíjate en ese detalle que te gustó. Vuelve a valorar esa característica que hizo que te inclinaras por ello. Vuelve a mirar ese elemento que llamó tu atención… Y empieza a disfrutar de lo que has elegido.
Empieza a «vivir» lo que has decidido. Involúcrate en ello. Sácale todo el partido posible… y sabrás por qué fue Tu Opción.
A ver… Nadie somos perfectos. Podemos equivocarnos. De acuerdo… Y puede ser que, dentro de un tiempo, te des cuenta de que algo falló; de que no salió como pensabas; de que… podías haber hecho otra cosa.
Sí. Puede ser… Pero esas conclusiones serán resultado de lo que venga a continuación… Y ahora… todavía… no ha venido y no sabes si vendrá.
Por lo tanto, ahora no puedes tener en cuenta algo que «no existe» y que quizá «no llegue a existir nunca».
Ahora tienes lo que tienes; ves lo que ves; analizas lo que hay; y sólo en base a eso puedes decidir… Pues sólo eso es lo que cuenta.
Y lo demás, ya vendrá… Si viene.
Ahora es Ahora… Y no hay más que el Ahora.
Vívelo!!…